La forma es anecdótica en los diseños innovadores
Los premios Beazley del Design Museum de Londres llevan al diseño accesibilidad, correcciones históricas, sostenibilidad y lógica
Lo sorprendente en el mundo del diseño ha dejado de ser la forma. Ni siquiera el color deslumbra. Lo inaudito ahora son los logros inesperados. La democratización del diseño no era la misma silla para todo el mundo sino un mundo más accesible, menos egoísta y más fácil que no identifique el enriquecimiento con la acumulación acrítica de productos. Por eso los mejores diseños son certeros pero no necesariamente caros. Reivindican la ideología que lleva a compartir conocimiento y hacen posibles nuevas funciones.
Entre los objetos más destacados de los Premios Beazley —que pueden verse en el Design Museum de Londres hasta el 9 de febrero— está el diseño de Hans Ramzan, Catch: un pequeño aparato de plástico reciclado ideado para poder hacerse el test del VIH en casa. El bajo coste (cuatro euros) lo hace accesible y disponible para muchos. También la sencillez, la facilidad de uso y el tamaño lo convierten en un recurso que se puede trasladar y democrático. Catch hace posible la realización en la intimidad de la propia casa de una prueba incómoda y angustiosa.
De esa misma sencillez está hecha la funda de silicona Mysleeve, que, al contener un gel que se amolda a cualquier usuario, evita las heridas en las manos. Además encierra un imán. Por eso se coloca sobre las asas de unas muletas para apoyarlas con más facilidad y evitar que se caigan al suelo o se separen del par. Su autora, la belga Marie van der Broeck, defiende también las ideas por encima de las formas.
El veterano diseñador Jasper Morrison insiste en la forma —siempre que sea lo más sencilla posible— pero apunta a cambiar el cómo: el proceso de fabricación. Él ha diseñado una silla apilable para la empresa Emeco con materiales industriales sobrantes.
Entre los productos más destacados, muchos mejoran la vida de las mujeres. Elvie Pump es el primer sacaleches silencioso. No solo no hace ruido, además puede usarse sin manos y puede llevarse dentro de un sujetador. Lo ha diseñado un hombre, Andrew Carr. Tal vez por eso, lo de que funcione sin manos para que las mujeres se pongan a hacer algo más mientras se sacan la leche para alimentar a su bebé durante sus ausencias o para reducir la presión de sus pechos puede ser también una idea cuestionable.
Un equipo femenino de diseñadoras capitaneado por Bethany Edwards y Anna Simpson (fundadoras de la empresa Lia) ha ideado un test de embarazo biodegradable que puede desecharse en el inodoro.
Hay más diseños que proponen un cambio de vida. O de percepción de la vida. La diseñadora coreana Ji Won Choi ha ideado una línea deportiva para Adidas que tiene en cuenta la influencia de los tejidos, y la forma de vestir, coreana. La empresa japonesa Muji ha salido de las paredes domésticas para idear un autobús sin conductor que funciona ante las más diversas —hielo o nieve— condiciones atmosféricas.
Así, a partir de cuatro euros, los diseños más destacados del siglo XXI también buscan venderse por miles, pero no para sumar más pertenencias sino para conseguir facilitar más la vida.
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