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Columna
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Navidades sin techo

Los únicos países avanzados donde el sinhogarismo cae son Finlandia y Japón, porque han fomentado la construcción de viviendas, públicas o privadas

Víctor Lapuente
Una persona sin hogar durmiendo en los soportales de la Plaza Mayor de Madrid.
Una persona sin hogar durmiendo en los soportales de la Plaza Mayor de Madrid.Luis Sevillano

La noche en que Papá Noel llega a todos los hogares, pensemos en quienes no tienen hogar. Ningún año el trineo de Laponia ha ido tan cargado de regalos como hoy, porque jamás hemos vivido una época de mayor opulencia. Pero, en las sociedades más ricas, cuesta recordar un 24 de diciembre en el que a tanta gente Papa Noel no visitará porque carecen de una residencia estable.

El sinhogarismo se ha disparado. No sabemos con precisión cuánto. Si ya es complicado contar a la gente en las casas, no digamos ya fuera de ellas. Pero los expertos advierten que los sin techo se multiplican en todo Occidente. A pesar de la sólida expansión económica, miles de norteamericanos pierden su hogar cada año, transitando entre albergues poco acogedores y la siempre brutal noche al raso. En San Francisco han crecido un 19% en dos años. En Los Ángeles, un 16% en uno.

Europa no está mejor. Desde el estallido de la crisis financiera, aquellos que malviven sin un hogar estable han aumentado un 70%. En España, son unas 40.000 personas.

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La pregunta de por qué un individuo concreto acaba en la calle no admite respuestas sencillas. Son muchos los factores (problemas laborales, familiares, drogodependencias) que pueden estar implicados y, por tanto, muchos los posibles ámbitos de actuación pública. Pero hay un nexo común: el precio de la vivienda ha subido dramáticamente, sobre todo en las ciudades. Dedicamos más dinero a pagar por nuestra casa o piso que cualquier generación anterior. Y muchos simplemente no llegan. Por eso, todos, y en especial los sin techo, necesitamos unas políticas de vivienda más activas. Y, de momento, nadie las ofrece. Los partidos de derechas no parecen ideológicamente interesados en el problema y algunos, como los republicanos o los tories, recortan las ayudas públicas. Y las izquierdas están ancladas en soluciones ideológicas de ineficacia probada. Por ejemplo, el control del precio de los alquileres que, en palabras del economista Assar Lindbeck, es la técnica más eficiente para destruir una ciudad después de un bombardeo. Porque, si limitas los precios, reduces la oferta de vivienda.

Los únicos países avanzados donde el sinhogarismo cae son Finlandia y Japón, porque han hecho precisamente lo contrario: fomentar la construcción de viviendas, públicas o privadas. Para las próximas Navidades, pidamos políticos sin techo ideológico. @VictorLapuente

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