La ausencia de Enrique y Meghan devuelve el brillo a Guillermo y Kate
Tras la decisión de los duques de Sussex de retirarse de la vida pública por la presión mediática, los duques de Cambridge consiguen hacer de su discreción su mayor arma de seducción y asumen un protagonismo notorio en sus cada vez más numerosos actos
La primera palabra que Luis, el hijo de 20 meses de los duques de Cambridge, ha aprendido es "Mary". No hay Marys en el palacio de Kensington, ni en la familia real. El hijo pequeño de Guillermo y Kate lo conoce porque su madre es aficionada a los fogones y tiene la cocina llena de libros de la popular presentadora y chef británica Mary Berry. Se lo confesaba la duquesa de Cambridge a la propia Berry, porque juntas —y acompañadas del príncipe Guillermo— han grabado estos días un programa de televisión que se emitió la noche del lunes. "Justo a su altura, en la estantería de nuestra cocina, están todos los libros. Los niños están fascinados por las caras, y las tuyas están en todas partes y les decimos: 'Esa es Mary Berry', así que claramente te reconocería si te viera", confesaba Middleton, que usa las recetas de la cocinera para hacer pizza casera, que les encanta a los niños, e incluso para cocinar con ellos.
Es una anécdota de las muchas que se han publicado estos días sobre los duques. La participación del segundo en la línea de sucesión al trono en un programa de televisión no es frecuente. La cantidad de curiosidades que han surgido alrededor de ellos, tampoco. Se unen varios factores para que se haya producido esta explosión, este renovado interés por parte de la prensa británica, ávida de detalles de los últimamente olvidados duques. Por ejemplo, que el papel de los Cambridge es cada vez más institucional, menos ligero, y en él tienen menos huecos las anécdotas; de ahí que esta grabación sea todo un filón. De hecho, el propio Guillermo quiere tomar cada vez más peso dentro de los Windsor: él tuvo un papel relevante en la salida de su tío, el príncipe Andrés, de las actividades de la casa real. Pero este nuevo brío de la pareja también está asociado al perfil mucho más bajo que mantienen desde hace un mes las estrellas, ahora algo apagadas, Enrique y Meghan Markle.
El segundo hijo de Carlos de Inglaterra y la exactriz de Suits han sido durante año y medio la pareja más popular del Reino Unido, incluso de todo el planeta. Se han seguido sus pasos, su complicidad con sus cuñados, sus viajes, sus trajes, su embarazo, el nacimiento de su hijo.
Pero el pueblo, voluble, ha decidido que ahora toca condenarlos. Han sido criticados por lo mismo que antes eran alabados: la relación entre los hermanos (ahora divididos, en parte debido a sus distintos papeles institucionales, como ellos mismos han reconocido), sus viajes (caros y contaminantes), sus trajes (demasiado nuevos, en ocasiones; muy vistos, en otras), su hijo (¿le exponen demasiado o demasiado poco?). Los medios y la persecución de estos fueron la gota que colmó el vaso y los duques de Sussex decidieron denunciarles y marcharse, durante unas semanas, del país.
Desde su compromiso en noviembre de 2017 (por no hablar de su boda en mayo de 2018), los Sussex lo han eclipsado todo. El año pasado, Meghan Markle fue la persona más buscada en Google, y una de las preguntas más escritas en el buscador ese año fue: "¿Cómo se conocieron Enrique y Meghan?". [Les presentó una amiga en común, la diseñadora Misha Nonoo, íntima de Markle y exesposa de un amigo de la infancia del príncipe]
Esos momentos de gloria hicieron que la figura de los Cambridge quedara algo más desdibujada. Pero ahora han vuelto a brillar, sobre todo a partir de un momento concreto: mediados de octubre. Fue entonces cuando la pareja estuvo en un viaje por Pakistán que gustó incluso a los más críticos. Hacía décadas que un miembro de la familia real británica no visitaba aquel país, donde su actuación fue más allá de posar ante los fotógrafos. Siguiendo los pasos de Diana de Gales, en sus cinco días se reunieron con escuelas, instituciones y políticos para hablar sobre educación, medio ambiente o desarrollo y dar así visibilidad a los problemas del país. Los duques incluso llevaron prendas como el salwar kameez, la túnica clásica pakistaní que vistió Kate; o el kurta, la levita abotonada, que llevó Guillermo en una cena de gala. El éxito fue tal que un mes después Guillermo volaba en solitario a Kuwait y Omán.
Mientras, octubre se convertía en un mes aciago para los Sussex, con la emisión del documental Harry and Meghan: An African Journey, en el que la duquesa no pudo evitar las lágrimas al ser preguntada acerca de cómo estaba. Esa apertura y toda esa carga sentimental, que fue tachado incluso de victimismo en los círculos de la fría aristocracia inglesa, no terminó de gustar a la familia real británica. Algo muy diferente de cómo han sido tratados los Cambridge por su participación en el programa de cocina de Mary Berry, cuando las redes sociales se inundaron de comentarios hablando de la calidez y de la naturalidad de los duques, que charlaron ataviados con sendos delantales de su vida, sus infancias, sus hijos y sus pasiones con normalidad. Y de cómo Kate y Guillermo, compenetrados y divertidos, formaban todo un equipo. Un equipo sólido que sabe cómo hacer de la discreción su mejor arma de seducción.
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