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Columna
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Internet con fronteras

Poco a poco el mundo digital se va pareciendo más a un conjunto de entornos aislados, controlados por un puñado de actores públicos y privados, donde los usuarios interactúan hasta donde pueden

Ana Fuentes
Ciberataques
Monitoreo de ataques cibernéticos en la agencia de seguridad de Internet de Corea.

En Rusia acaba de entrar en vigor la llamada Ley de Internet Soberana, que permite que el organismo que vigila a los medios, el Roskomnadzor, pueda bloquear todo contenido que considere sospechoso. No se necesita ni orden judicial ni pedir permiso a los proveedores de telecomunicaciones. En caso de “emergencia” (circunstancia que será determinada por el Kremlin), se puede dejar al país literalmente desconectado del resto del mundo. El presidente Putin está obsesionado con poder tirar del enchufe si lo necesita. Asegura que quiere evitar ciberataques, pero no olvida las movilizaciones online de 2011, cuando los internautas rusos colgaron en redes sociales documentos que probaban irregularidades en las elecciones. Entonces se tomaron las represalias habituales: detenciones, bloqueo de páginas, más censura. Ahora se quiere poner toda la infraestructura bajo control político.

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Internet nació como una promesa de libertad y apertura. Pero 30 años más tarde el paradigma está en riesgo. La Red se ha ido haciendo más rápida y más barata, aunque no más libre. Le ha abierto ventanas al mundo a millones de personas y ha contribuido al desarrollo económico, si bien eso se ve amenazado por una creciente opacidad. Poco a poco el mundo digital se va pareciendo más a un conjunto de entornos aislados, controlados por un puñado de actores públicos y privados, donde los usuarios interactúan hasta donde pueden. Rusia fue uno de los países que en 2010 se plantaron en una agencia de la ONU para pedir fronteras soberanas en el mundo digital. No lo consiguieron.

Desde entonces se han ido inspirando en el modelo chino, el Internet autónomo y controlado por excelencia. Hay otros países con un Internet aislado, como Corea del Norte o Bielorrusia, pero no son representativos: China ha conseguido una Red censurada pero potentísima y con vida propia al mismo tiempo. Tiene sus propios buscadores, sus propias Apps, y una Gran Muralla digital que elimina el acceso a contenidos prohibidos desde mediados de los noventa. Muchas páginas extranjeras están bloqueadas, al igual que las informaciones sobre episodios históricos como la matanza de Tiananmen. A los usuarios se les exigen sus datos reales en redes sociales y los gigantes tecnológicos como Alibaba o Tencent, aunque sean independientes financieramente, mantienen una relación estrecha con el Partido Comunista Chino y su aparato de seguridad. La contrapartida es que en ningún otro punto del planeta se da una cultura online tan ingeniosa para hablar de lo prohibido.

La decadencia de la Red no viene solo de los sistemas autoritarios. Estados Unidos aplica la hipervigilancia a sus ciudadanos, como demostró Edward Snowden con sus revelaciones sobre la NSA. Otros Gobiernos están aumentando el control, aunque lo disfracen de lucha contra la desinformación. Y, pese a todo, solo podemos confiar en Occidente para dar un golpe de timón que redirija el rumbo de Internet. @anafuentesf

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Sobre la firma

Ana Fuentes
Periodista. Presenta el podcast 'Hoy en EL PAÍS' y colabora con A vivir que son dos días. Fue corresponsal en París, Pekín y Nueva York. Su libro Hablan los chinos (Penguin, 2012) ganó el Latino Book Awards de no ficción. Se licenció en Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid y la Sorbona de París, y es máster de Periodismo El País/UAM.

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