De Scarlett Johansson a Justin Bieber: por qué Internet rebosa de montajes sexuales con famosos
‘Deepfake’ es la tecnología que sustituye en vídeo las facciones de una persona por las de otra. La pornografía ha sido pionera en esta industria
“¡Es el mercado, amigo!”, bromea Alejandro Pérez, experto en efectos especiales en Playz, el canal digital para jóvenes de RTVE, y autor de los deepfakes de El intermedio, el programa de El Gran Wyoming en La Sexta. Los deepfakes son piezas de vídeo en las que las facciones de una persona se sustituyen por las de otra con un resultado muy verosímil. Una tecnología que podría utilizarse para generar fake news o piezas satíricas pero que en su mayoría ha escogido otra senda: el porno. “La pornografía siempre ha movido tanto dinero que fue pionera en el vídeo doméstico, en Internet, en formatos de pago... Ahora hay gente dispuesta a pagar por vídeos ilegales en los que sus actrices preferidas aparecen haciendo cosas que jamás grabarían por voluntad propia”.
“La pornografía siempre ha movido tanto dinero que fue pionera en el vídeo doméstico, en Internet, en formatos de pago... Ahora hay gente dispuesta a pagar por vídeos ilegales en los que sus actrices preferidas aparecen haciendo cosas que jamás grabarían por voluntad propia”
Los deepfakes son fruto del machine learning, un proceso que hace que las máquinas lleguen a soluciones analizando datos, en lugar de seguir órdenes de un programa. Mediante ensayo y error la máquina saca conclusiones, los humanos le dicen si son correctas y, si no lo son, las modifica en el futuro. “El funcionamiento del deepfake es semejante al del cerebro humano. Por ejemplo, en Photoshop hay una opción que borra un árbol de una imagen y el ordenador recrea cómo sería ese paisaje sin el árbol. No sabemos cómo lo hace y puede que los programadores tampoco. Ellos entrenan a la máquina con imágenes incompletas de entrada y con resultados completos de salida. La máquina aprende a distinguir los árboles, el prado, el cielo… Aunque lo hace a un nivel subhumano, acaba aprendiendo, por ejemplo, que la hierba no crece en las nubes”.
Los deepfakes han permitido reemplazar en películas a actores como Philip Seymour Hoffman, que falleció en mitad de un rodaje. Sin embargo, claro, el sector donde más se emplea es en el porno. Internet rebosa de sexo con famosos. Desde Scarlett Johansson a Emma Watson, sin olvidar a Justin Bieber, Ivanka Trump, Rosa Benito o Lydia Lozano. Un éxito que, como explica el sexólogo Miguel Vagalume, tiene mucho del efecto bucle que genera en medios de comunicación –y que no se produciría si el vídeo fuera de una persona anónima–, así como de las fantasías sexuales de una sociedad principalmente heterosexual y patriarcal. “Nuestra cultura tiene una tradición milenaria donde las mujeres son tratadas como propiedades”. Aunque exista esa cosificación de la mujer, Vagalume no censura el uso que se hace de los deepfakes. Según el sexólogo, “las fantasías, que no los vídeos, son inofensivas. Fantasear y acosar a alguien son dos cosas que funcionan bajo reglas diferentes”.
A pesar de su potencial, los deepfakes con personajes históricos como Cleopatra o Napoleón tienen un problema: cómo entrenar a la máquina para recrear sus expresiones cuando no hay imágenes reales de ellos sino retratos de diferentes estilos y épocas. “Un buen deepfake necesita decenas de miles de imágenes con la mayor cantidad de gestos, ángulos, iluminaciones…”, explica Alejandro Pérez. “El 90% de los planos de Ingrid Bergman en Casablanca son idénticos porque están tomados desde su lado bueno y con una luz muy concreta. Si todo el material que tienes es mirando a la derecha, la máquina no aprenderá a mirar a la izquierda. Si usas imágenes de prensa, dado que los fotógrafos no sacan a nadie parpadeando, la máquina no sabrá qué es parpadear. Sin embargo, en un par de horas de vídeo, hay parpadeos de sobra”.
En dos o tres años, Pérez augura una tecnología capaz de crear deepfakes de cualquier persona a partir de una fotografía. Sin embargo, esta técnica, más aún aplicada al porno, conlleva problemas legales de propiedad intelectual y derecho a la propia imagen. “La tecnología es neutra. El deepfake es solo la versión vídeo de un collage o un montaje con Photoshop. El problema legal surge cuando las personas hacen un mal uso de esas herramientas”, explica Marelisa Blanco Pérez, abogada especialista en propiedad intelectual. Si hay indicios de que se ha producido ese mal uso, Blanco aconseja pedir la retirada del contenido de Internet al autor o a la página que lo aloja y, si se estima oportuno, interponer acciones legales por vía civil o penal asesorado por un profesional porque, advierte, el proceso “es laborioso y complejo”.
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