Negociación en altura
La memoria no puede ser una ratonera que nos atrape sin salida
Dice Greta Thunberg que hay que educar sobre el clima a los adultos. El curso de la vida se ha dado la vuelta no solo sobre la emergencia climática, también sobre Internet y tantas cosas que alumbran, a una velocidad desconocida, un mundo nuevo y en el que vamos a tientas, jóvenes y mayores. Pero ella, como todos los adolescentes del planeta, tiene la ventaja de aprenderlo todo a la vez, sin prejuicios ni resistencias, sin recuerdos edulcorados de unas seguridades que han desaparecido. Llegarán otras, pero hay que construirlas.
Otro tanto puede decirse del tiempo político que vivimos en España. Saber de dónde venimos es imprescindible, pero resulta casi siempre muy pesado e inútil el empeño en aplicar plantillas del pasado a un presente que escapa a cualquier comparación histórica. La Guerra Civil, la Transición, la lucha contra ETA, los acuerdos con Pujol, nos enseñan muchas cosas valiosísimas. Pero la memoria no puede ser una ratonera que nos atrape sin salida. Lo único que está escrito es la Constitución, y se puede reformar de arriba abajo si los españoles lo deciden y lo votan. Porque así se decidió en 1978 y así lo ha recordado cuando ha tenido ocasión el Tribunal Constitucional.
Viene todo esto al vértigo que producen las negociaciones para la investidura y la formación de Gobierno. Y la certeza de que cualquiera de los finales que se anuncian es perfectamente factible. Un desastre que conduzca a nuevas elecciones más temprano que tarde y radicalice aún más nuestra vida pública; una oportunidad para encauzar el conflicto catalán y aterrizar la política española en la fragmentación parlamentaria y social; una patada al balón que permita ir resolviendo los problemas más graves y urgentes, confiando en que el tiempo decante nuevos equilibrios políticos. Sí, da vértigo pensar que para cada uno de los posibles finales hay argumentos suficientes e incentivos partidistas y personales de los líderes actuales. Aunque nada es gratis y el mal de altura se ha cobrado ya la carrera de Albert Rivera y ha descabezado a toda una generación de políticos independentistas catalanes.
PSOE y Esquerra Republicana se la juegan en esta negociación; Puigdemont bracea para no caer en la irrelevancia de la que todavía puede salvarse Ciudadanos; el PP acumula fuerzas para recuperar el poder sin reparar en costes, y Podemos cuida la sonrisa del destino. @pepabueno
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.