10 fotosEl Amazonas de las ‘quebradeiras’Las rompedoras de coco babasú viven de recolectar y vender materias primas sin perturbar el entorno del que las toman. Su forma de vida está protegida en muchas zonas, pero ahora su modo de vida se ha visto amenazadoFabian Federl11 dic 2019 - 07:36CETWhatsappFacebookTwitterLinkedinCopiar enlaceEn la Amazonía brasileña viven las 'quebradeiras', las rompedoras de coco. Al igual que los resineros del caucho o las sociedades cazadoras, estas 'cascanueces' babasú viven de recolectar y vender materias primas sin perturbar el entorno del que las toman. Algunas —el colectivo suma alrededor de un millón de mujeres— se consideran guardianas de la selva.Ivonete es una de las líderes de las 'quebradeiras' de coco babaçu, las organizaciones de mujeres de la Amazonia brasileña que conviven con las palmas y extraen de ellas su sustento. Se refieren a ella respetuosamente como "madre".En casa de Ivonete se procesan las semillas del coco babasú. De ellas se obtiene aceite y jabón, entre otros derivados. Toda la familia de la quebradeira trabaja en la producción.Desde que Jair Bolsonaro fue elegido presidente ya nada garantiza su protección. En su campaña electoral, Bolsonaro prometió "revisar" las reservas naturales, a las que se refirió como "tierras improductivas", con el fin de acabar con su condición de zonas protegidas allí donde él considere que obstaculizan el progreso.Es el caso de la reserva de esta mujer, en la que viven su madre de 96 años, sus cuatro hijos, más de una docena de nietos y un bisnieto. Las tierras hogar de todos ellos han sido tasadas por decreto, y su condición puede quedar anulada. Para ello bastaría con la sola firma del presidente.La quebradeira Doña Ivonete embotella aceite de coco babasú recién prensado. El aceite que extrae es una materia prima muy apreciada por la industria cosmética.Muchas rompedoras de coco se encuentran las palmas envenenadas para eliminar bosque y conseguir tierras de agricultura. Lo que antes fueron palmas florecientes se convirtieron en madera muerta al inyectarle una mezcla de herbicidas. Los propietarios de tierras suelen servirse de este método para crear superficies de pastos.En la década de 1980, el Gobierno brasileño empezó a subvencionar la ganadería y a distribuir títulos de propiedad a pequeños agricultores del sur. Llegaron los caballos y las vacas, las máquinas y los todoterrenos. De repente resultó que las palmas estaban en tierras de propiedad privada.El problema es que, debido a la doble promesa del Estado, la tierra es propiedad de Augusta, pero las mujeres también tienen derecho sobre ella. Sin embargo, desde las elecciones de octubre de 2018 los agricultores saben que no tienen que temer las consecuencias de no respetarla, así que eso es lo que hacen. En 2018, Brasil perdió 1,3 millones de hectáreas de bosque tropical.Carlos Augusta es uno de los propietarios agricultores que reconoce el uso común de herbicidas para eliminar las palmas. Cuando llegó a la zona, era pobre. Actualmente posee tierras y ganado, y no le gustan las 'quebradeiras', las cascanueces o rompedoras de cocos babasú.