_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Del marxismo de Corbyn a la socialdemocracia de Warren

Vamos a ver si la izquierda radical o el centro izquierda son capaces de gobernar poniendo fin al liderazgo de los dos siameses nacional populistas: Johnson y Trump

Francisco G. Basterra
El primer ministro británico, Boris Johnson, este sábado en Londres.
El primer ministro británico, Boris Johnson, este sábado en Londres.SIMON DAWSON (AFP)

El lúcido historiador británico Tony Judt nos avisó ya hace algún tiempo de que algo iba mal: “Hay algo profundamente erróneo en la forma en la que vivimos. La obsesión por la creación de riqueza, el culto a la privatización, las crecientes diferencias entre ricos y pobres, la pérdida del sentido de un propósito colectivo”. Asoma hoy un debate sobre la necesidad de un replanteamiento de lo público como herramienta para lograr una sociedad menos desequilibrada. Vamos a ver, en solo 10 días en Europa, con las elecciones del Reino Unido, y en un año en Estados Unidos, si la izquierda radical o el centro izquierda son capaces de gobernar poniendo fin al liderazgo de los dos siameses nacional populistas: Boris Johnson y Donald Trump.

Si las recetas radicales contenidas en el manifiesto electoral del Partido Laborista, titulado Ahora es el momento del cambio de verdad, le conceden a Jeremy Corbyn una mayoría parlamentaria suficiente para ocupar el 10 de Downing Street. Si, en el supuesto de que la senadora Warren, con un programa socialdemócrata clásico, fuera la candidata final a la Casa Blanca por el Partido Demócrata, lograría en noviembre de 2020 desalojar a Trump de la Casa Blanca.

Corbyn con su programa electoral radical teñido de marxismo pretende darle la vuelta a lo que Margaret Thatcher hizo en 1979: una revolución privatizadora. Con la renacionalización de los servicios del agua, gas, electricidad, ferrocarril, correos y, parcialmente, de British Telecom para dar banda ancha gratuita a toda la población. Para este laborismo radical, que reniega del traidor Tony Blair, el keynesianismo ya no es suficiente. Plantea la transformación radical de Gran Bretaña, haciendo suya la receta fallida de Mitterrand en la Francia de 1981.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

A lo que añade la creación de un banco público de inversiones. Un Estado más grande, con una tasa especial a las transacciones financieras. Transferir el 10% de las acciones de las grandes empresas a sus trabajadores. Y sobre el Brexit, donde la ambigüedad de Corbyn ha rozado la cobardía, promete un nuevo referéndum ante el que se declara neutral. Los sondeos predicen una derrota del laborismo reflejando el fuerte rechazo personal que suscita su candidato, más que su programa.

La senadora demócrata por Massachussets, Elizabeth Warren, que no es socialista pero tiene un programa socialdemócrata clásico, algo todavía obsceno para la América profunda, propone la reconstrucción del capitalismo americano y se erige en defensora de las clases medias. Sanidad pública con el Estado como único pagador, con un coste anual de cinco billones de dólares. Quiere romper la espina dorsal de los gigantes tecnológicos: Google, Amazon, Facebook, Apple, troceándolos, y plantea un impuesto de un 2% anual a los patrimonios superiores a los 50 millones de dólares.

Ecos del New Deal de Roosevelt en los años treinta del siglo pasado. Del viejo marxismo de Corbyn a la socialdemocracia de Warren. ¿Camino utópico? Obama advierte a los revolucionarios del partido demócrata que sus profundos cambios estructurales serán rechazados por la mayoría del electorado, regalando la Casa Blanca a Trump hasta 2024.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_