Iluminación navideña
Me pensaba callar para no parecer Pepito Grillo, lo juro, pero se ha hecho con tanto boato y tan poca discreción que no puedo. Esto se nos va de las manos. Hemos entrado en una competición entre ciudades para ver cuál tiene más y mejores luces navideñas sin pensar en el despendole que ocasiona este gasto innecesario. Unas calles muy iluminadas, además de producir CO2, nos estimulan sensorialmente a sumarnos a la fiesta de la compra compulsiva con mercancías que nos entran por los ojos. Y para alimentar este insaciable monstruo del negocio navideño, cada vez ponen más luces y cada año las encienden antes.
Van por el camino equivocado. Recuperen la cordura y no alienten el despilfarro que solo refuerza la urgencia climática ya difícil de parar. No nos pueden aleccionar sobre desarrollo sostenible si nos arrastran a un consumismo desaforado.
Miguel Fernández-Palacios Gordon. Madrid