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He aquí un fiera vendiendo coches de colección

Simon Kidston es el rey de los clásicos de fábula. No para compradores, sino para coleccionistas

Simon Kidston en un Porsche Carrera 911 de 1973.
Simon Kidston en un Porsche Carrera 911 de 1973.

En una reciente publicación de su cuenta de Instagram se ve a Simon Kidston, de pequeño, al volante de un coche de choque. Al contrario que los otros niños conductores, él lleva corbata y americana. Un atuendo un tanto peculiar en una atracción de feria, sí, pero que en su caso no carecía de sentido: por un lado, reflejaba el respeto por los coches de su familia –Simon es sobrino del piloto Glen Kidston, campeón de Le Mans–, y por otro vaticinaba cuál sería su negocio de mayor.

“Prefiero los clásicos. Tienen alma y personalidad. Los coches modernos solo son herramientas, no importa lo rápidos que sean”

Con más de 30 años de carrera, hoy es uno de los mejores vendedores de coches de colección del mundo. “Como la mayoría de niños, de pequeño soñaba con tener uno de esos modelos de póster, un Lamborghini Countach o un Panther 6. He de reconocer que los genes del motor corrían por mi sangre. A mi tío y a mi padre les encantaban los coches, aunque siempre los más nuevos y veloces”, explica. “Yo prefiero los clásicos. Tienen alma, historia y personalidad. Los modernos son solo herramientas, no importa lo rápidos o eficientes que sean”.

Nacido en Siena en 1967, su dominio del italiano le permitió vender su primer coche en Coys, la casa de subastas británica para la que empezó a trabajar en 1988. “Era un Ferrari Daytona rojo. Tenía 21 años y nunca había visto uno. Se lo vendí a un joyero de Italia porque era el único que hablaba su lengua en la empresa. Sin embargo, mi venta más memorable fue la de un Ferrari 250 LM de 1964. Mi jefe me dejó probarlo en el circuito de Silverstone –no se si el dueño se enteró– y llevarlo al concurso de coches clásicos de Louis Vuitton. Mido 1,94 cm y está claro que no lo diseñaron para mí, pero si me tocara la lotería…”, suspira. “Siempre ha sido mi Ferrari favorito. Además, fue la venta más alta de 1992. Mi jefe me pagó el almuerzo”.

Actualmente, dirige su propia boutique de coches de colección en Suiza, Kidston SA, donde asesora a coleccionistas de la talla de Ralph Lauren. Y aunque reconoce que se trata de una raza en extinción (“los mejores se han ido a coleccionar al cielo”), se muestra optimista. “Dentro de 30 años la gente seguirá coleccionando coches. Algunos alcanzarán precios que ni siquiera podemos imaginar, mientras que otros valdrán poco más de lo que valen hoy. El truco es mantenerse al día y no solo predecir las tendencias de compra, sino influir en ellas”.

Un Mercedes Benz 300SL de 1955, con sus puertas ‘alas de gaviota’: su precio suele estar muy por encima del millón.
Un Mercedes Benz 300SL de 1955, con sus puertas ‘alas de gaviota’: su precio suele estar muy por encima del millón.

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