Ética
Alguien debería afrontar la difícil tarea de explicarnos los fundamentos teóricos de la praxis de un partido que eleva sistemáticamente al poder a organizaciones y políticos corruptos
Después de la polémica que generó aquella asignatura llamada Educación para la Ciudadanía, sería útil que alguien escribiera un libro titulado Ética para Ciudadanos. Me refiero al concepto de la ética que practica el partido de Albert Rivera, por supuesto. Alguien debería afrontar la difícil tarea de explicarnos los fundamentos teóricos de la praxis de un partido que eleva sistemáticamente al poder a organizaciones y políticos corruptos, mientras se presenta al mismo tiempo como el genuino abanderado de la regeneración. Ignacio Aguado se ha convertido en una auténtica estrella del funambulismo político. Comenzó la legislatura diciendo que, para luchar contra la corrupción del PP madrileño, lo mejor era que el PSOE estuviera cuatro años más en la oposición, y desde entonces no ha hecho más que progresar. Sobre una cuerda floja, con una pértiga entre las manos, un día da un paso adelante, y respalda la comisión de investigación sobre Avalmadrid, y otro día da un paso hacia atrás, y anuncia que no participará en una cacería contra Díaz Ayuso. Es un buen discípulo de su líder, que declara que no puede ir en coalición con Casado a las generales porque la corrupción del PP resta, después de haber facilitado el poder precisamente al PP en todas las ocasiones en las que ha podido hacerlo. Pensarán ustedes que ya estoy criticando otra vez a Ciudadanos, pero se equivocan. Me critico a mí misma, y a todos los ciudadanos con minúscula que viven en España. Porque, como nadie va a escribir el libro que reclamo, la única conclusión a la que puedo llegar es que esta pintoresca ética para Ciudadanos se asienta en la absoluta falta de respeto que inspiramos los españoles a quienes la practican. Y eso solo puede ser culpa nuestra.
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