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De ‘Malaka’ a las Campos: el eterno desaire con el acento andaluz en la televisión generalista

El estreno de la nueva serie de RTVE recogió buenas audiencias y grandes críticas, pero no faltaron aquellos que se quejaron porque los protagonistas hablaban con acento malagueño

Escena de 'Malaka', la serie de RTVE producida por Mediapro que protagoniza la malagueña Maggie Civantos.
Escena de 'Malaka', la serie de RTVE producida por Mediapro que protagoniza la malagueña Maggie Civantos.RTVE

El pasado lunes una de las apuestas estrellas de TVE para esta temporada debutaba con buenas cifras en la franja de máxima audiencia: Malaka logró un 13,5% y 15,6% para sus dos primeros episodios, que se emitieron seguidos, ocho puntos por encima de los resultados que arrojaba anteriormente esa franja en la misma cadena.

Durante años la ficción española relegó al acento andaluz o a la comedia (¿cuántos presentadores  siguen poniendo acento andaluz para resultar graciosos?) o al papel del servicio (para siempre quedará el ejemplo de La Juani, la asistenta en Médico de Familia)

La serie ha sido recibida con entusiasmo por la crítica y ha sido especialmente valorado el acento malagueño del reparto y la inclusión de palabras y modismos típicos de la ciudad, que hacen que el contexto social y local de la serie roce lo sobresaliente. Ayudan los actores, muchos de ellos malagueños, como la protagonista, Maggie Civantos. La propia web de RTVE lanzó ayer, mientras la serie aún era una de las más comentadas en las redes sociales, un “diccionario malagueño para entender la serie”.

En la pieza se recogen tuits que los seguidores de la serie –que la convirtieron en trending topic (tema más comentado en redes sociales) durante su emisión– recopilan términos malagueños que aparecen en los diálogos. “Bulla”, “chiripa”, “inflarse”, “lobá”, “molleguita”, “pechá”, "suavón”, “zaborío”, "merdellón"… “¡Por fin una serie con actores malagueños y sin forzar acento!”, celebraba un usuario.

Eso sí, no faltaron los que se quejaron. Siempre los hay. “No entiendo absolutamente nada”, se quejó un usuario. “Dudo mucho que nadie más en España sea capaz de entender la mitad de los diálogos”, opinaba otro.

Las críticas al acento malagueño en la serie fueron muchísimo menos que los halagos (y ni siquiera era algo nuevo: ya sucedió anteriormente con La Peste, serie de Movistar estrenada en 2017), pero como suele ocurrir en Twitter, la respuesta a esas críticas infló el fenómeno: de repente se creó una narrativa de acento castellano contra acento andaluz. Si toca una fibra tan sensible es porque tiene un largo historial.

Durante demasiados años la ficción española relegó al acento andaluz o a la comedia (¿cuántos presentadores y colaboradores televisivos siguen poniendo acento andaluz cuando quieren resultar graciosos?) o al papel del servicio (para siempre quedará el paradigmático ejemplo de La Juani, la asistenta del hogar en Médico de Familia, para colmo interpretada por una actriz madrileña). Estos desplantes llegaron a la política: en 2009, una diputada del PP en el Parlamento Catalán se burló del acento de la ministra de Fomento, Magdalena Álvarez. Algo que fue criticado desde las propias filas del PP. También a la Iglesia: en 2017, el obispado de Salamanca pedía a las hermandades de Semana Santa que evitasen “expresiones andaluzas” porque “suenan mal”.

El fenómeno no se repite con otros acentos. Cuando se estrenó Fariña (Antena 3) el acento gallego fue recibido como un agradable exotismo que daba verosimilitud a la serie. De Vivir sin permiso (Telecinco), con temática parecida y también situada en Galicia, se criticó que casi nadie hablase con un acento propio de la región. Y el gran ejemplo de un acento que no solo no molesta, sino que es celebrado e imitado es el de Narcos (Netflix), cuyas expresiones como “hueputa” o “plata o plomo” se han hecho enormemente populares.

El asunto del acento andaluz en la ficción española no solo ha sido un problema de lenguaje, también de clasismo e identidad. Resultaba sorprendente ver a Eva González en Masterchef poner y quitar el acento andaluz según la situación fuese informal o seria (por ejemplo, comentando jocosamente una prueba con sus compañeros o presentando con solemnidad a los candidatos a la expulsión de cada programa) o descubrir que José Antonio Maldonado, popular hombre del tiempo, tenía acento andaluz al verlo en Canal Sur porque siempre ha forzado acento mesetario durante sus boletines climatológicos.

No ocurre eso con presentadores, actores o colaboradores televisivos que mantienen con orgullo su acento catalán, gallego o vasco: Andreu Buenafuente, Xavier Sardá, Fernando González Gonzo, Karlos Arguiñano… Sin embargo, presentadores andaluces como María Teresa Campos, Jesús Hermida, Juan y Medio, Paco Lobatón, Toñi Moreno o Jesús Quintero han adoptado un acento castellano cuando han estado en televisiones nacionales. Paz Padilla nunca lo ha hecho y las burlas a su acento cuando presenta Sálvame son recurrentes en redes. De la labor del sevillano Roberto Leal al frente de Operación Triunfo se aplaudieron muchas cosas (su espontaneidad, frescura y complicidad con los concursantes, por ejemplo), y entre ellas que mantuviese su acento andaluz. Cuando una usuaria de Twitter se metió con él por ello, la respuesta del presentador se llevó 24.000 "megustas" y 8.000 retuits.

Una ficción que recoge la variedad de lenguas, identidades y realidades que viven dentro de un país es una ficción mejor. Pero que ningún español se amargue pensando que estas controversias son únicamente propias de España: en Los Simpson el personaje de Apu lo interpretaba un actor estadounidense impostando acento hindú, en Chernóbil todos los personajes supuestamente ucranianos y rusos tenían acento británico, Netflix se vio obligada a retirar los subtítulos en español de la oscarizada Roma tras las protestas de los mexicanos y muchos espectadores norteamericanos se quejaron porque en Juego de Tronos todos parecían tener acento británico.

Parece que estamos más que dispuestos a ver series en todos los idiomas del mundo, pero nos toca una extraña fibra el hecho de ver a actores hablando en el nuestro si no es con el acento que siempre hemos oído en los informativos.

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