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Columna
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La apuesta de Salvini

La operación del líder de la Liga era, y es, sustituir el parlamentarismo por un liderazgo populista

Antonio Elorza
Matteo Salvini en una imagen de archivo.
Matteo Salvini en una imagen de archivo.Luca Bruno (AP)

Matteo Salvini no debe conocer la historia de la Revolución Francesa. De reflexionar sobre la caída de Robespierre en la Convención, habría percibido que su jaque mate al Gobierno de Giuseppe Conte amenazaba a distintos colectivos que en función de la misma se agruparían en defensa propia. Debió ya darse cuenta, aun en plena euforia, cuando la iniciativa de absorción de Forza Italia levantó una oposición inmediata entre los parlamentarios de Silvio Berlusconi. Unas elecciones a corto plazo, con listas elaboradas por Salvini, suponían la muerte política para muchos de ellos. Mayor razón para que el Movimiento 5 Estrellas (M5S), tras los últimos fracasos electorales, reaccionara contra la ofensiva mortífera de la Liga, y para ello contaría con el Partido Democrático (PD), a pesar de la bronca secesionista montada por Matteo Renzi. Sin olvidar a Conte, ninguneado por Salvini y también abocado a la eliminación, convertido en su verdugo.

El movimiento de Salvini respondía perfectamente a sus ambiciones y a los intereses de los poderosos grupos económicos que le apoyan. El economista que sirve de enlace directo con Salvini, Giancarlo Giannetti, hombre vinculado a Comunión y Liberación, ahora censura los modos de su líder, pero solo hace días se limitaba a lamentar que el asalto al poder no hubiese sido acometido con anterioridad. Flavio Briatore dio la señal. Para Giannetti la democracia representativa es una ficción a eliminar.

La reivindicación de “plenos poderes” por parte de Salvini responde a esa orientación. ¿Ecos del fascismo? No faltan en Salvini, ni han faltado en la historia italiana desde que un sector de la Democracia Cristiana utilizó los restos del fascismo clásico para oponerse al Partido Comunista, y ese legado se amplificó con Berlusconi. El uso por Salvini de chaquetas del grupo neofascista CasaPound se sitúa en la misma línea. No basta que la política económica del Duce y la de Salvini difieran: el destinatario es el mismo.

Ante la pleamar de su prestigio, la operación Salvini era, y es, sustituir el parlamentarismo por un liderazgo populista, que se apoye sobre una manipulación ejercida sobre la opinión desde su departamento informático para exaltarle y machacar a todo adversario. Es el montaje apodado “la Bestia”. El chivo expiatorio del rechazo a los inmigrantes proporciona una popularidad fundada sobre la xenofobia y un ultranacionalismo antieuropeo. Y en pleno éxtasis demagógico, Salvini se entrega a demostraciones de piedad teñidas de arcaísmo —al rosario, ¡al sagrado corazón de la Virgen!— y sabor mafioso (Francisco calla). El objetivo: configurar un régimen autoritario, que culminaría en 2022, con él como presidente de la República, previa reforma constitucional. Ha fallado de momento, pero el muro de contención M5S-PD es difícil de construir.

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