Rebeldes privilegiados
La nueva derecha populista es autoritaria y xenófoba, pero se sirve de una actitud heterodoxa para criticar a los “progres”
Hoy es fácil ser disidente. Solo hace falta una cuenta en Twitter o Facebook, grandes dosis de autocomplacencia y la construcción retórica de un enemigo opresor. Es una estrategia común en los autodenominados políticamente incorrectos. Son individuos que dicen luchar contra la dictadura de la corrección política, una hegemonía cultural progresista opresora y asfixiante. No solo están en desacuerdo con el estado de las cosas, sino que se sienten mártires de una verdad que las élites han ocultado maliciosamente. A menudo se dibujan a sí mismos como víctimas y héroes a la vez: víctimas del establishment y héroes de la resistencia.
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El políticamente incorrecto contemporáneo se considera el verdadero rebelde del siglo XXI. La nueva derecha populista es autoritaria y xenófoba, pero ha copiado la retórica y actitud heterodoxa y rupturista de la izquierda sesentayochista. Ha idealizado la disidencia y romper tabúes. Es una derecha hedonista, que disfruta haciendo rabiar a los progres. Es la actitud de los trols de la alt-right en EE UU, pero también de los populismos de derechas en Europa. No repiten los errores de la ultraderecha clásica, demasiado solemne, y han adoptado una actitud más irónica y socarrona. En las nuevas guerras culturales, la derecha populista es punk y la izquierda es puritana.
En el caso de Vox en España, el partido combina posturas reaccionarias, nacionalistas y ultramontanas con una actitud de rebeldía frente a la corrección política de la izquierda. Una parte de su estrategia comunicativa es provocar a la izquierda. Hay una especie de Schadenfreude, un placer malicioso al ver cómo se pican los progres. Una de las campañas en redes de las juventudes del partido consiste en recordar las caras largas de algunos periodistas de izquierdas tras los buenos resultados de Vox en Andalucía
Vox combina posturas reaccionarias, nacionalistas y ultramontanas, con una actitud contestaria frente a la corrección política de la izquierda
La incorrección política es la rebeldía de los privilegiados. Como la rebeldía es un producto comercial (el famoso anuncio de Nike con Colin Kaepernick vende una rebeldía vacía y narcisista, que tiene que ver más con ser auténtico que con valores morales: “Cree en algo. Incluso si eso significa sacrificarlo todo”), todos podemos ser rebeldes solo con tener convicciones fuertes. De pronto, unas élites (el multimillonario Trump, los políticos pro-Brexit educados en Eton y los líderes de Vox criados en el barrio de Salamanca de Madrid) se construyen una identidad de rebeldes y disidentes contra un statu quo opresivo y se postulan como la voz de los oprimidos.
La actitud de ir a contracorriente tiene mucho atractivo. Denota independencia, autenticidad, integridad. Como explica la socióloga Elisabeth Noelle-Neumann, que escribió en los años setenta su célebre obra La espiral del silencio, “el carácter negativo de etiquetas como conformista o gregario muestra que la tendencia a la imitación va contra el ideal de la autonomía individual. Es una imagen con la que casi nadie quiere que le identifiquen, aunque muchos estarían de acuerdo en que podría describir al otro”. Yo voy por libre y uso el pensamiento crítico, los demás en cambio son ovejas en un rebaño.
Pero a menudo los nuevos políticamente incorrectos son rebeldes sin causa. Piensan que ir a la contra te da automáticamente la razón, cuando a veces es la manera más cómoda de no pensar. Se inventan un silenciamiento para justificar sus posiciones, porque a menudo la opresión contra la que luchan no existe realmente. Es muy común en redes la actitud de “lo que no te cuentan los medios”.
Esto es realmente una perversión de lo que tendría que ser la incorrección política. Detrás de las críticas a la corrección política hay una defensa necesaria del criterio propio, el escepticismo, el pensamiento crítico y la libertad individual. En una época de tribalismo y polarización, la incorrección política bien entendida es esencial. Todos somos en cierto modo gregarios, por eso el esfuerzo de algunos por no serlo, por cuestionar los consensos y convenciones es primordial para la supervivencia de la democracia.
Vivimos una época de cambios e incertidumbre. La crisis económica ha creado precarios económicos pero también precarios políticos, como ha señalado José Fernández-Albertos. Hay motivos legítimos para el descontento. Muchos críticos con la corrección política simplemente critican una falta de voz, representación y oportunidades. Pero hay otros que, desde posiciones privilegiadas, explotan ese resentimiento y se hacen las víctimas. El filósofo John Dewey definió hace 150 años este tipo de individuo: “La falta de veneración hacia las cosas que significan mucho para la humanidad, junto con un anhelo de notoriedad pública, pueden inducir a un hombre a hacerse pasar por un mártir de la verdad cuando en realidad es una víctima de su propia falta de compostura mental y moral”.
Ricardo Dudda es periodista y autor de La verdad de la tribu. La corrección política y sus enemigos (Debate).
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