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Presos ETA
Columna
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Tiempo de héroes

Euskadi es un país enfermo. Todavía

Jorge M. Reverte
El preso de ETA Xabier Ugarte, a su llegada a Oñate.
El preso de ETA Xabier Ugarte, a su llegada a Oñate.GORKA ESTRADA (EFE)

En Hernani y en Oñate se reviven tiempos heroicos. Tiempos en los que se asesinaba a base de patrióticos tiros en la nuca a temibles militantes del PP o del PSE armados de palabras. Tanta era la fuerza de esas palabras que ayudó mucho a acabar con la muy popular organización ETA, en unos años en que los que formaban el auténtico pueblo de Euskadi no tenían para defenderse nada más que a esa banda de asesinos múltiples.

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Ahora, cuando ya han cumplido los años de cárcel que el Código Penal asignó a cada uno de ellos en pago a la generosa cosecha de crímenes cometidos, visto su comportamiento, al calor de las multitudes que les jaleaban, no parece que hayan dedicado mucho tiempo, del que seguramente les sobraba en la prisión, para pensar en el sufrimiento infligido. O sea, que muy arrepentidos no debían de estar. Bueno, quizá sí, quizá no han sido capaces de reconocer en público que algún movimiento han hecho para demostrar al Estado carcelero que es España, que han aprendido algo durante los más de 20 años que han pasado en el talego. Ellos sabrán.

Lo que resulta más preocupante es la cantidad de gente que había en las calles de Hernani y de Oñate, deseosa de mostrar su aprecio no hacia los que quizás se hayan arrepentido, o quizás no, sino a quienes fueron en su momento los causantes de grandes cantidades de dolor. Quienes estaban en las calles de Hernani y Oñate estaban alabando a los de antes, es decir, a dos patriotas que eran, además, unos cobardes, unos asesinos fríos, unos torturadores sin escrúpulos. Aplaudían, muchos de ellos, lo que aquellos tipos hicieron en otro momento.

Jose Javier Zabaleta Elosegi (alias Baldo), en Hernani, y Xabier Ugarte Villar, secuestrador de Ortega Lara, en Oñate, recorrieron en loor de multitudes un buen trecho de los pueblos. Y dejaron manchada para mucho tiempo la imagen de sus paisanos, entusiasmados con esas figuras irredentas que las patrias dan en ocasiones.

La sociedad vasca ha fracasado mucho con ellos, con los que han estado en el talego y, sobre todo, con los que aplauden sus crímenes. Pero es un problema que no se arregla dejando que la fantasía de cada uno se desboque imaginando castigos, como Marcos de Quinto cuando piensa en los secuestradores de Ortega.

Euskadi es un país enfermo. Todavía.

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