Sonámbulos en el golfo Pérsico
Solo el retorno a la diplomacia puede desactivar la crisis con Irán
La tensión entre Irán y Estados Unidos está aumentando de forma cada vez más preocupante: en los últimos días se han multiplicado los incidentes en el estrecho de Ormuz, por donde circula una quinta parte del petróleo mundial. Desde que el presidente de EE UU, Donald Trump, decidió retirarse unilateralmente del acuerdo internacional que limitaba el programa nuclear iraní, los problemas no han parado de crecer en el golfo Pérsico. Esta tensión puede conducir a que se rompa definitivamente el pacto, lo que provocaría casi con seguridad una carrera armamentística nuclear en Oriente Próximo. En el peor de los casos, una escaramuza podría derivar en un enfrentamiento armado de imprevisibles consecuencias.
El historiador Christopher Clark acuñó con notable repercusión el concepto de “sonámbulos” para referirse a las potencias que desencadenaron la I Guerra Mundial: ninguna de ellas quería el conflicto, pero tomaron una serie de decisiones equivocadas que condujeron al mundo al precipicio. Algo parecido está ocurriendo ahora en el golfo Pérsico: ni siquiera los países que se han mostrado más beligerantes en contra del acuerdo nuclear —EE UU, Israel y Arabia Saudí— desean una guerra, pero las constantes provocaciones les sitúan al borde del precipicio. Solo existe un camino que pueda reconducir la situación: el retorno de la diplomacia y la negociación.
En 2015, Irán y seis potencias (EE UU, China, Rusia, el Reino Unido, Rusia y Alemania) firmaron un acuerdo para limitar el programa nuclear iraní a cambio del levantamiento de sanciones internacionales. La UE desempeñó un papel muy relevante en la consecución de este acuerdo, una verdadera obra de orfebrería diplomática. Irán se sometió al más intenso programa de inspecciones de la historia. Sin embargo, Trump decidió retirarse unilateralmente en 2018. Irán mantiene las inspecciones, aunque ha aumentado el nivel de enriquecimiento de uranio. El resto de los países firmantes son partidarios de mantenerlo pero, conforme aumenta las escaramuzas y la tensión, el edificio diplomático se debilita.
Irán y EE UU se han acusado mutuamente de derribar drones; el Reino Unido capturó un buque iraní en el estrecho de Gibraltar, a lo que Irán respondió con el secuestro de un petrolero de bandera británica; Washington ha anunciado el despliegue de 500 soldados en Arabia Saudí y un refuerzo militar en la zona. El escenario de gran parte de esta escalada es el estrecho Ormuz, clave para la economía mundial. El hecho de que John Bolton, uno de los arquitectos de la desastrosa invasión de Irak de 2003, sea un asesor clave de Trump es otro factor que añade inquietud e imprevisibilidad al conflicto.
La idea de que el régimen iraní puede ser derribado a golpe de sanciones combinadas con presión militar es muy peligrosa y se ha demostrado falsa en numerosas ocasiones, por ejemplo en Cuba. Solo el retorno al acuerdo de 2015, que Trump parece despreciar porque lo firmó su predecesor Barack Obama, y el cese inmediato de las provocaciones pueden alejar a los actores del abismo hacia el que, ahora mismo, caminan con decisión.
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