Siza vuelve a sus piscinas
El arquitecto portugués regresa a las famosas piscinas que ideó, como uno de sus primeros proyectos, en la playa de Leça da Palmeira, a las afueras de Oporto. Esto es lo que piensa
Corría el año 56, Alvaro Siza tenía 23 años y comenzó a visitar la playa de Leça da Palmeira (afueras de Oporto, Portugal) donde, casi diez años después, concluiría una de sus obras más inclasificables entre el land art, el paisajismo y la escultura: las piscinas de las mareas. El encargo le llegaba de su maestro, Fernando Távora, por entonces ocupado en hacer una piscina mayor en un centro deportivo cercano. En una muy posterior visita a aquellas piscinas tempranas, un Siza ya septuagenario recordó aquellos días y se lo contó a Kenneth Frampton. El crítico británico lo escribió en un libro que fue publicado por el Illinois Institute of Technology de Chicago y que ahora la editorial Gustavo Gili ha traducido al castellano.
Estas son, grosso modo, tres de las ideas que Siza le contó a Frampton sobre sus piscinas brutalistas y el trabajo cálido realizado con hormigón armado.
1-Lo que había antes:
“Siempre presto atención a lo que había antes en el lugar y a la aportación que de ello proviene. Existe, por tanto, una transformación y, cuando me he referido a una transformación, era eso lo que tenía en mente. Yo no inventé la forma espacial de la piscina: ya estaba allí. Pero el resultado no es solo lo que ya estaba allí, sino que se trata también de esa transformación dado que hay nuevos temas que desarrollar. Fue una buena época. Yo era muy joven cuando construí las piscinas y si no recuerdo mal, no tenía más trabajos. De modo que solía ir todos los días a ver el lugar. También iba a comer al restaurante de la Boa Nova, que había construido poco antes. En verano era fantástico, pues al acabar de trabajar podía darme un baño. Aunque había pedido un levantamiento topográfico —que de hecho, recibí— era imposible representar en planta la complejidad de las rocas, de modo que elaboré el proyecto con los elementos que había determinado a través de los dibujos y de la topografía. Iba al lugar, estaba en la propia topografía y luego, uno por uno, iba fijando mis propias cotas”.
2-El cuerpo:
Uno podría pensar que el objetivo de las piscinas fue alterar lo mínimo la topografía del lugar. Pues no, eso fue más bien una consecuencia. Siza confiesa a Frampton que “la principal dificultad fue que se pudiera ver el mar al pasar en coche”. “El cuerpo lo controla todo en arquitectura. No solo el mobiliario, también cómo nos movemos. (---) Luego está la relación entre los distintos espacios.
En muchos edificios palladianos, miras y ves una cara completa, con sus ojos, su nariz, su boca y todo lo demás. Estoy seguro de que llevamos completamente impresa esta presencia continua del cuerpo, de nuestros cuerpos y de los ajenos y que todo empieza con el uso, con necesidades corporales, con el modo en que usamos una silla. Todo está, de hecho, controlado por el cuerpo”.
3-La dificultad
Lo más difícil de las piscinas fue lidiar con el Ayuntamiento. “Pensaban que era un lugar demasiado peligroso, pero como la normativa no era muy estricta, defendí que los muros podrían brindar una mayor seguridad, aunque todo el mundo decía que sería muy peligroso para los niños. Mucha gente cree que los niños tienen tendencias suicidas, pero yo creo que quienes las tienen son los adultos, no los niños.
La piscina de los niños es orgánica. La de los adultos, ortogonal aunque, esto cuesta verlo desde la tierra. Fueron pensadas para 500 personas. Hoy, más de medio siglo después, muchos días calurosos aquellas piscinas se llenan con más de 2.000 personas.
Babelia
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