A las mujeres nos enseñan a ser objeto de deseo, mientras los hombres aprenden a desearnos. Desigualdades educacionales que afectan a nuestras relaciones sexuales.
No conozco a ninguna mujer de mi edad que no haya metido tripa alguna vez estando desnuda delante de un hombre. A ninguna. La insolencia y la seguridad no llegan por ciencia infusa. Para alcanzarlas no queda otra que haberte permitido primero que eso pudiera suceder. Y a mí, como a todas, me educaron para que me desearan. Para ser bonita, guapa, gustar mucho y meter la tripa cuando cabalgara encima de alguno, no se me fueran a notar las estrías y las lorzas. Me crié en una sociedad en la que yo tenía que gustar muchísimo, pero no podía ser promiscua. El placer no ha sido nunca para las mujeres, pero a cambio sí debemos saber proporcionarlo. Nos enseñaron a ser concubinas, no a que aspiráramos a ser emperatrices. Los arquetipos condicionan nuestra sexualidad.
En la adolescencia, mientras los chicos aumentan hasta límites insospechados sus niveles de testosterona, aprendiendo a marcar territorio, las chicas crecemos para ser sensibles y, a ser posible, adquirir la capacidad para sufrir. Nuestro entrenamiento pasa por cambios hormonales que nos diferencian. Testosterona y vasopresina para ellos, estrógenos y oxitocina para nosotras. La querencia por experimentar, la revolución hormonal y las emociones cimentan las personalidades de los que después serán adultos. Y la educación que recibamos determinará cómo nos comportemos. Durante años, se ha mantenido que aquellos que son conscientes de su capacidad para dar placer tienen alta la autoestima, pero la verdad es que esa autoestima como de verdad se adquiere es con la conciencia de la capacidad para sentirlo, no de proporcionarlo. "Uno de los errores entre los jóvenes, sobre todo las chicas, es creer que tienen que ser ellas las que den placer a sus parejas, olvidándose del suyo propio", reconoce Carolina Armero, sexóloga, acostumbrada a tratar con adolescentes. "Hay chicos que solo se preocupan por su propio placer y chicas obsesionadas con que su pareja crea que es buena en la cama. No se paran a pensar que lo mejor que puede pasarles también es poder disfrutar. Y esto provoca muchos de los complejos con los que se llega a la edad adulta". España es el cuarto país de Europa con más casos de depresión, siendo más del doble mujeres que hombres, según datos de la Organización Mundial de la Salud.
La vulva, por ejemplo, es una parte del cuerpo femenino con la que no nos llevamos especialmente bien. "A dos de cada diez mujeres les acompleja su vulva", sostiene Almudena M. Ferrer, y esa inseguridad se traslada también a sus parejas, puesto que esa incomodidad personal afecta a su vida sexual. "Cada vulva es personal e intransferible. Igual que tenemos una cara única, unas manos únicas y una huella única, nuestra vulva es única. Nos podemos parecer a alguien, pero tu vulva es tuya. Si dices que tu vulva es fea, lo primero que querría saber es por qué sabes que es fea. ¿Con qué la comparas exactamente? Compararla con otras es el error. La exclusividad personal es lo que nos diferencia y es lo que debería darnos valor." Ferrer hace talleres de empoderamiento femenino en los que, lo primero, es desnudarse y, espejo en mano, reconocerse física y fisiológicamente. "Tenemos un problema con la imagen corporal, en el que aunamos la culpa y el sexo. Cuando ambas cosas se dan, es más fácil manipular a esa persona. Las tallas en los escaparates que son imposibles, la generación de Instagram que se depila entera desde los dieciséis. No conocer y reconocer nuestra propia vulva y cómo funciona para darnos placer nos hace inseguras".
María San Miguel, dramaturga responsable de la impactante trilogía Proyecto 43-2, se atreve con su nuevo proyecto Y llegar hasta la luna, en ahondar en los estereotipos que rodean la sexualidad y cómo influyen en los individuos. Cómo afecta a una mujer que intentaran abusar de ella en la consulta médica, cómo un hombre cuya diversidad funcional hace que recurra a señoritas para satisfacer su deseo, cómo se pierde la virginidad siendo un niño cuando lo único que te importa es jugar al fútbol, mujeres de físico anómalo y muchas ganas de sexo, señoras con gustos sexuales diversos y cuestionado... La obra, una pieza de teatro documental explora los parámetros que condicionan la libertad sexual. Una exhibición de la violencia que genera el sexo a través de las reflexiones y actos sexuales de doce cuerpos, siete femeninos y cinco masculinos, que exhiben sus inseguridades y tabúes personales. Impresiona ver el análisis de los miedos y limitaciones que condicionan nuestra sexualidad, pero, parece, solo así podremos distinguir nuestros propios errores.
¿Cambiamos nuestros propios arquetipos sexuales?
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