El ‘Baby-Led-Weaning’ o que tu bebé coma trozos y no purés te puede ahorrar la ortodoncia
La alimentación complementaria lejos de las papillas es buena para los dientes y maxilares de tu hijo
Baby Led Weaning (BLW), así se denomina la filosofía de alimentación complementaria que trata de que sea el propio bebé el que se lleve a la boca los alimentos, enteros (no triturados ni en purés) y con sus manos (sin cuchara). Vamos, lo que se ha hecho toda la vida, menos en los últimos 50 años en los que se animaba a los padres a dar de comer papillas y purés a sus hijos. Hoy en día, todavía gran parte de la alimentación infantil en España se sigue vendiendo en farmacias a modo de papillas y potitos. Y es habitual encontrarnos con niños que con dos o tres años siguen comiendo todo previo paso por la batidora.
Más allá del punto de vista de la autonomía del niño, se habla de promover un adecuado desarrollo neurológico, cognitivo y del sistema neuromuscular. Suena estupendamente, pero es un poco ambiguo para la gran mayoría de los padres. Y si te digo que decantarnos por purés o por comida real puede marcar la diferencia entre que nuestros hijos necesiten tratamiento de ortodoncia o no. Esto es bastante más concreto, ¿verdad? Y además el beneficio de elegir el BLW es doble…
Por un lado porque el esfuerzo que realiza la boca para triturar comida es mayor que el que hace para tragar el puré. Y ese esfuerzo estimula el crecimiento de todo el sistema masticatorio. Por otro, cuando les damos nosotros de comer a los niños podemos provocar que este mástique siempre por el mismo lado de la boca con el perjuicio que conlleva.
Vayamos poco a poco.
La boca es una de las partes del cuerpo que más estímulos externos o paratípicos necesita para que desarrollemos lo que viene escrito en nuestros genes. Si tú necesitaste brackets desde la comunión hasta el bachiller y a tu pareja tuvieron que quitarle cuatro dientes porque no le cabían todos los dientes en la boca, siendo sinceros, la cosa pinta mal. Pero aún así, lo que nuestro retoño haga con su boca, marcará una significativa diferencia.
¿Cuáles son esos estímulos de los que hablamos?
La masticación “salvaje” o de alimentos duros y secos, la respiración nasal y una correcta deglución (adecuados movimientos y posición de la lengua cuando tragamos saliva). El tema incide directamente en el primer punto (yo diría que más importante) de creación de estímulos, la masticación salvaje. Cuando digo salvaje, hago referencia a la alimentación de nuestros antepasados que comían raíces, carne casi cruda y todo ello sin cuchillo ni tenedor. Los dientes, muelas y todos los músculos del sistema masticatorio tenían que hacer muchísimo esfuerzo para triturar y moler los alimentos para poder tragarlos. Esa función enérgica de la boca conlleva que los arcos dentarios crezcan y que no haya problemas de espacio para que se ubiquen todos los dientes. Estudios realizados en la actualidad en aborígenes que siguen teniendo una dieta similar (por ejemplo los yanomamis del Amazonas) reflejan la baja incidencia de apiñamientos dentarios y otras patologías dentarias.
Los alimentos que consumimos hoy en día son mucho más blandos que los de antaño, están excesivamente procesados. Es por eso por lo que los estímulos que recibe nuestro sistema masticatorio son menores, y el desarrollo de los huesos maxilares también es menor.
Esta disminución de estímulos se vuelve realmente crítica cuando en nuestra primera infancia no damos trabajo a nuestros dientes. Los primeros dientes erupcionan normalmente a los 6 meses de edad y la dentición de leche se completa de media a los 30 meses (2 años y medio). La naturaleza es sabia y si nos dota de dientes es para que los usemos.
Los bebés que siguen el método BLW, hacen más gimnasia masticatoria que los que solo comen purés y papillas. Por lo tanto, crean más estímulos externos y sus maxilares crecerán más. Tanto por tener que cortar el trozo de alimento con los dientes delanteros (ya que no usan cuchillo ni tenedor) como por machacar la comida con las muelas de atrás. Cada diente ejecuta la función para la que está diseñada fisiológicamente.
Las papillas y purés no exigen a los dientes ni que se muevan. El trabajo ya lo ha hecho la batidora. Tragar es casi suficiente y la boca queda sin ese estímulo que necesita para crecer grande y sana. Pero hay más. Hemos dicho que la ventaja del BLW es doble. Aquí está la segunda parte del beneficio de que coman ellos solitos:
Los estímulos que necesita la boca para crecer deben ser simétricos. Si tenemos dos lados de la boca es para que usemos ambos. Al igual que tenemos dos piernas y las vamos alternando para caminar. Lo ideal es comer a veces por el lado izquierdo y otras por el lado derecho. Y eso es lo que hacemos en condiciones normales. El bebé que coge él mismo la comida del plato, se lo lleva a la boca y posiblemente a veces usará el lado derecho de la boca para masticar y otros el lado izquierdo. Esos estímulos externos de los que hemos hablado anteriormente los recibirá en ambos lados de la boca y su crecimiento será armónico y simétrico.
Aunque no es bueno generalizar, es común que el niño que come papillas y puré lo haga sentado en la trona siempre en la misma posición de la mesa y que la persona que le da de comer lo haga habitualmente desde el mismo lado. Con ello corremos el riesgo de provocar una masticación unilateral, que use el mismo lado de la boca. Lo poco que se mueve la boca, lo hará casi siempre al mismo lado y el consecuente crecimiento será escaso y asimétrico.
Como conclusión, aparte de los beneficios en cuanto a promover la autonomía, la coordinación ojo-mano-boca, el ritual de comer todos juntos en la mesa, el BLW ayuda al correcto desarrollo de los huesos maxilares para que los dientes tanto de leche como definitivos nos salgan en su sitio. Generalmente lo que nos guía el sentido común suele ser lo más adecuado, pero cuando además lo práctico coincide con lo más saludable poco más hay que añadir.
*Eider Unamuno Gandiaga es odontóloga especializada en Ortodoncia preventiva y Posturología.
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