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Columna
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Barcos sin honra

Muchos analistas, y unos pocos políticos, demandan sacrificios patrióticos a algunos partidos, a sabiendas de que pagarán un coste electoral

Víctor Lapuente
Vista general del hemiciclo durante la sesión constitutiva del Congreso de los Diputados el pasado 21 de mayo.
Vista general del hemiciclo durante la sesión constitutiva del Congreso de los Diputados el pasado 21 de mayo.Javier Lizón (Pool)

Gracias a la revista Science, la semana pasada supimos que, de media, el 40% de la población mundial devolvería una cartera extraviada a su dueño. Y ese porcentaje sube al 50% si la cartera contiene dinero. Curiosamente, somos más honestos cuando ser egoísta es más tentador. Pero las diferencias entre países son enormes. Mientras solo una de cada cinco personas en China o Marruecos está dispuesta a devolver una cartera perdida, en Nueva Zelanda o Dinamarca son cuatro de cada cinco.

Y, gracias a los periódicos, la semana pasada constatamos que, salvo meritorias excepciones, nuestros políticos anteponen su interés personal (ni tan siquiera el del partido) al general. Buscan los votos o los cargos, no el bien común. Dando la vuelta al viejo refrán, nuestros representantes prefieren los barcos sin honra a la honra sin barcos.

Ambas informaciones tratan de la capacidad de autosacrificio de los individuos para beneficio de su comunidad. Y revelan una verdad profunda sobre la naturaleza humana: dejamos de ser egoístas si tememos perder prestigio social. No somos honestos, o deshonestos, por nacimiento. La genética no puede explicar unas divergencias nacionales tan abismales en los estudios sobre honestidad. La clave son las normas sociales. En unos países está bien visto colaborar con desconocidos. En otros, la solidaridad queda restringida a familiares, amigos y demás miembros del grupo con el que te identificas. Ayudar a la sociedad en su conjunto no solo es ingenuo, sino una traición a tu tribu.

España está en una posición intermedia. Prácticamente, la mitad de los españoles devolveríamos la cartera y la otra mitad nos la quedaríamos. Esta división social podría ayudar a entender por qué tenemos tanto conflicto moral en la política. No tenemos un estándar nacional sobre qué es lo correcto cuando un político se enfrenta a una disyuntiva entre sus objetivos y los del país. Muchos analistas, y unos pocos políticos (la mayoría, retirados), demandan sacrificios patrióticos a algunos partidos, a sabiendas de que pagarán un coste electoral, como la abstención de PP y Ciudadanos esta legislatura o la del PSOE en la anterior. Pero muchos consideran estos ejercicios una “traición a sus votantes”.

¿Qué norma se impondrá, la de los halcones o la de las palomas? La respuesta depende de si los votantes premiaremos más la honra o los barcos. @VictorLapuente

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