Día de la Música: “La vocación musical suele nacer casi siempre del entorno familiar más inmediato”
La progresiva pérdida de peso de esta asignatura en el actual sistema educativo español está favoreciendo un deterioro de la cultura de los alumnos y de la sociedad
¿Conocen las nuevas generaciones quieren fueron Vivaldi, Bach, Händel, Haydn, Mozart, Beethoven, Schubert, Chopin, Brahms, Berlioz, Bruckner, Tchaikowsky, Falla o Granados? ¿Saben de la diferencia entre la música culta y la música tradicional o música folcklórica? ¿Reconocerían un cuplé de un fandango, los paloteos de un fado o un reel irlandés de la chanson française? La desaparición de la música del cúrriculo escolar como materia obligatoria ha favorecido, según los expertos, que las generaciones más jóvenes ignoren la gran riqueza musical que posee Europa y que ha sido relevante para la historia de la música y también para el desarrollo de nuestra sociedad. Por ello, el Día Europeo de la Música, que se celebra este viernes, quiere poner en valor el intercambio de música de todos los estilos y de todas las culturas entre la población.
Víctor Pliego de Andrés, catedrático de Historia de la Música en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid, comenta que “la música es un fenómeno intrínsecamente humano. Nació hace cientos de miles de años, al mismo tiempo que el lenguaje, y nos permitió desarrollar una extraordinaria dimensión social como especie. Aporta comunicación, seguridad interpersonal, equilibrio emocional y, sobre todo, alegría de vivir. Es un elemento clave para la solidaridad y la cohesión social. Por eso, la música contribuye a la buena convivencia, a generar felicidad y a consolidar una sociedad más hermosa y más justa. Como decía Platón: La música es la máxima sabiduría”. Una opinión con la que coincide Julio Llamas, articulista, musicoterapeuta, profesor y educador musical, para quien la música es un reflejo de la sociedad y la sociedad un reflejo de la música. Se retroalimentan. “La música ha influido e influye en la creación de Europa, puesto que sirve, de algún modo, como elemento cohesionador social. Si nos referimos a la música popular moderna, esta, en muchas ocasiones, une a la gente de un extremo a otro del continente al narrar aspectos, vivencias y anhelos comunes. Si nos referimos a la música culta, a lo largo de los siglos, la música también ha sabido cohesionar y proporcionar unas fuertes señas de identidad mediante unas formas y modos compositivos determinados y una manera particular de ver el mundo”, explica este profesor.
Pablo Gutiérrez Carreras, coordinador de Actividades Culturales de la Universidad CEU San Pablo, manifiesta que, más allá de las definiciones formales que pueda tener el concepto de música, “todos entendemos que la música, esa mágica combinación de sonidos melódicos con un determinado ritmo y que pueden llevar letra o no, es una de las más poderosas fuerzas para mover los sentimientos humanos”. El coordinador de Actividades Culturales destaca que una de las principales funciones que se pueden atribuir a la música es la de “hacernos más felices”. Este efecto beneficioso de la música, no es el único, según afirma la psicóloga Begoña Ibarrola.
Begoña Ibarrola manifiesta que “se ha demostrado que en las personas que han comenzado su entrenamiento musical antes de los siete años, el cuerpo calloso, zona que comunica y une los dos hemisferios cerebrales (permitiendo una mejor coordinación de movimientos, entre otras funciones), es de mayor volumen. Esto también implica que la música provoca respuestas de tipo cognitivo y emocional a la vez, permitiendo una mayor activación de áreas extensas de la corteza cerebral y más profundas como las del sistema límbico. Es el elemento que provoca en el ser humano una activación de más partes del cerebro que cualquier otro estímulo”, asegura. Además, Ibarrola dice que “la música estimula los recuerdos ya que provoca emociones, y las emociones son el “pegamento” de los recuerdos; nos hace disfrutar de buenos momentos, pues nuestro cerebro libera dopamina, se activan sustancias químicas diferentes en función del tipo de música, disminuye el dolor, regula el nivel de hormonas relacionadas con el estrés, etc…”.
Para lograr el aprendizaje y el reconocimiento de la música entre las nuevas generaciones, el papel de los centros educativos y también de las familias es fundamental. Educadores como Dewey o Piaget ya explicaban cómo la música cambiaba el comportamiento de los niños y cómo influía en las diferentes etapas de su crecimiento.
La progresiva pérdida de peso de la asignatura de música en el actual sistema educativo español está favoreciendo un deterioro de la cultura de los alumnos y de la sociedad, en general. Víctor Pliego de Andrés cree que el retroceso de la música en la enseñanza es algo lamentable y peligroso. “Lo veo como una perversión relacionada con las grandes transformaciones actuales del mundo, que son muy preocupantes. Se contempla no solo un retroceso de la música, sino de todos los valores relacionados con la humanidad, la civilización y la cultura. Es un síntoma de la creciente barbarie que nos amenaza, de un sistema que antepone descaradamente el dinero a las personas, la riqueza desmedida de una élite al bienestar general. Parece que seguimos “esperando a los barbaros” como en los versos de Constantin Cavafis. El escenario es muy feo, pero aún estamos a tiempo escoger otras direcciones”, insiste este catedrático de Historia de la Música. El experto, además, opina que es necesario que las maestras y los maestros sepan y practiquen la música, que canten y bailen en el aula. “Para ello hay que promover la presencia de la música en la escuela, en la formación inicial y en la formación continua del profesorado. No es un lujo ni una extraescolar: la música es un recurso clave de aprendizaje personal y crecimiento social”, insiste.
En el gusto por la música, el entorno familiar también es importante, ya que, como dice Pliego de Andrés, “la vocación musical suele nacer casi siempre del entorno familiar más inmediato. Quienes estudian música cuentan en su mayoría con el estímulo temprano de su familia: que admira, disfruta o practica la música. Los padres no deben forzar a los niños a estudiar música, pero les pueden animar compartiendo con ellos distintas experiencias. Los padres que no lo hayan hecho antes, también pueden aprovechar para estudiar música a la vez que sus hijos. El papel de la familia es fundamental desde la cuna, donde no hay que dejar nunca de cantar nanas. Incluso las experiencias musicales prenatales son clave para cada persona”. Este catedrático reivindica la necesidad de transformar completamente el modelo educativo y dar más espacio a los valores humanos, a las emociones, a la creatividad y a la solidaridad, y la consecución de este cambio pasa necesariamente “por invertir en educación, en investigación, en cultura y en formación del profesorado. De ello depende que consigamos un mundo más libre, más justo y más hermoso. Si hemos llegado hasta aquí, es gracias al conocimiento que nuestros ancestros conquistaron y nos transmitieron. La educación es la empresa más grande e importante de la humanidad”.
Ana Camarero
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