Una conversación animalista con Rosa Montero
La escritora, que convive con perros desde hace 40 años, recibe un premio por su compromiso con la lucha por los derechos de los animales
En su perfil de una red social, Rosa Montero está de espaldas, con una silueta a cada lado. Carlota es una perra grande, tiene algo de mastina y el cuerpo lleno de perdigones. Petra es un trasunto de Bruna, su gran compañera de 15 años. Aquella teckel se llamaba como la protagonista de su serie (ya va por el tercer libro), una detective androide con la que su autora empatiza enormemente. También Bruna Husky es su apodo en Twitter, donde se define como “escritora, periodista y animalista”.
“Bruna fue la perra de mi vida. Cuando murió me quedé hecha polvo y mis amigos me trajeron a esta pequeña hace tres años y medio. Me dio un susto tremendo porque la atropelló un coche en Portugal y le rompió la columna. Pero se recuperó y ahí sigue”, decía la escritora una tarde cercana, en una conversación telefónica interrumpida a ratos por la tos de una bronquitis reacia a abandonarla. Al día siguiente recibía el premio Bienestar Animal 2018 otorgado por el Colegio de Veterinarios de Madrid a la persona más comprometida. “Me han dado más premios animalistas”, contaba, “pero este es el más importante, me lo dan los profesionales que cuidan de ellos y me hace mucha ilusión”.
Le hubiera gustado tener un destino vocacional con los animales. El miedo a la selva le impidió llegar a ser primatóloga, cuenta, y recalca los grandes beneficios de convivir y tocar a los peludos que habitan en nuestras casas. Cuarenta años de vida ha compartido Rosa con perros. ”Decía Anatole France que quien no ha amado a un animal tiene una parte dormida. Yo creo que todos tenemos una especie de brecha, una herida abierta entre lo cultural y lo animal y estar con un perro nos cauteriza esa herida. Ellos nos comunican con esa parte más instintiva y esencial”. La escritora afirma que los perros son su familia, y por tanto ahora lo son la pequeña Petra y Carlota, la perra rescatada que parece un gran border collie, que no se dejaba tocar cuando llegó a su vida y que a sus 12 años corre todos los días por el parque, “No son hijos", dice, "pero sí familia”.
Uno de sus últimos libros, La ridícula idea de no volver a verte, recorre su duelo por la muerte de su pareja, el periodista Pablo Lizcano, en 2009. “No entiendo a la gente que dice que no convive con un perro por el miedo que tienen a que se les muera, y por miedo, digo yo, tampoco tendrías amigos ni amantes. A mi lo que más me consuela es que si vivieran más yo podría morir y dejarles desvalidos”.
A los 68 años, la escritora cree que España ha mejorado mucho. “Recuerdo una fotonoticia en la portada de nuestro periódico, EL PAÍS, en la que se veía a cuatro gatos, unas 30 personas, manifestándose por los derechos de los animales. Pasaban junto a un vagabundo. En el texto se les reprochaba su indiferencia hacia el hombre”.
Antitaurina y convencida de que matar toros se acabará en 30 años, ha estado en primera línea en las movilizaciones contra el Toro de la Vega, y riega sus perfiles sociales de apoyos a protectoras. “No hay una ley de protección animal. Desde Zapatero, el PSOE la lleva en su programa y nunca se aprueba. Hay falta de implicación política”. Por tanto, los partidos animalistas, asegura. tienen sentido en tanto en cuanto los otros no hacen nada.
El parque de El Retiro, en Madrid, es el lugar de paseo de Carlota y Petra. Junto al gran espacio verde vive la escritora. "Encuentro continuamente niños y niñas que se asustan cuando ven a las perras. En España hay muchísimos fóbicos y eso no pasa en otros países. Voy mucho a Portugal y la gente está acostumbrada a convivir normalmente con ellos. Lo que ocurre aquí es como vivir de espaldas a los animales”
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