Círculos viciosos
Entro en la oficina de empleo de mi ciudad y me sorprende el ver que una máquina expendedora de tiques ha sustituido al antiguo administrativo que desempeñaba esa función. Está perfectamente programada y distribuye de una manera rápida y eficaz a cada uno de los solicitantes. Consciente del tiempo ganado gracias a este nuevo sistema espero mi turno con impaciencia. La pantalla muestra mi número y me dirijo a la mesa indicada. Resuelvo los trámites burocráticos y le pregunto al oficinista en qué emplea el tiempo que sin duda habrá ganado gracias a este nuevo sistema (tan solo para coger ideas). Con cara extrañada me responde que sigue trabajando las mismas horas y que, por favor, me retire, ya que tiene que atender al siguiente peticionario, que, por cierto, es el antiguo empleado encargado de distribuir a los solicitantes. Con una sensación agridulce salgo de la oficina.
Alejandro Mosquera García. A Coruña
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