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Columna
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¿Y la europea?

De España puede salir el primer grupo socialdemócrata y el segundo liberal del Parlamento Europeo, también por esa vía se puede ganar peso específico

Pablo Simón
La bandera de la UE, junto a la de los demás países miembros.
La bandera de la UE, junto a la de los demás países miembros.EMMANUEL DUNAND (AFP)

El recuento del 26 de mayo será fatigoso. Con más de 8.200 tableros de juego diferentes, entre las dos urnas que habrá en la Comunidad Valenciana y las cinco de Canarias, solo una de ellas hablará de lo mismo: la europea.

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Casi siempre se ha señalado que los comicios europeos son elecciones de “segundo orden”. Como no se vota de manera directa a un Parlamento que escoja un Ejecutivo (o un presidente) nacional, se considera que su resultado tiene un impacto marginal en nuestras vidas. Ello implica que ni los ciudadanos se interesan tanto, ni los partidos invierten tantos recursos en ganarlas, ni los medios les prestan apenas atención. Como consecuencia, la participación electoral tiende a ser baja y los votantes son más proclives a votar a partidos de protesta o minoritarios, con frecuencia para dar un toque de atención a los Gobiernos.

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Sin embargo, esta vez ambos elementos están en cuestión. Las elecciones europeas de 2014 fueron las menos participadas de la historia (con el 43,81%), niveles en los que España estaba más o menos estable desde hacía una década. Ahora bien, gracias a la concurrencia de elecciones el 26M (tercera vez desde 1987), es muy probable que esto cambie. Dado que el ciudadano suele coger todas las papeletas cuando se acerca a votar, no es descabellado pensar que la participación electoral estará por encima del 60%, los valores típicos de los comicios locales y autonómicos.

Además, es más que probable que el votante se vea afectado por el arrastre de las cercanas elecciones generales. Según el CIS, más del 60% de los electores solo toman en cuenta el contexto nacional para decidir su voto en las elecciones europeas, mientras que apenas un 10% se fija en temas relacionados con la UE (el resto de los votantes contempla los dos niveles). Desde una perspectiva democrática es más que negativo que los ciudadanos no respondan en cada urna a la pregunta que se les hace. Ahora bien, esto nos permite explicar por qué el PSOE tiene tan buena posición de salida, Ciudadanos tendrá una mejora relativa y el PP perderá fuelle.

En cualquier caso, es importante resaltar la oportunidad que tiene España en este contexto de incertidumbre. Con Reino Unido de salida e Italia sin ánimo de contribuir, con la situación en Europa del Este cada vez más deteriorada, nuestro país puede desempeñar un papel mucho más proactivo a favor de la integración. Si, además, de España puede salir el primer grupo socialdemócrata y el segundo liberal del Parlamento Europeo, también por esa vía se puede ganar peso específico. Lo que queda por saber es si se sabrá aprovechar esta ocasión para que la pregunta europea, donde está la respuesta a los principales retos de nuestro siglo, no quede para última hora.

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Sobre la firma

Pablo Simón
(Arnedo, 1985) es profesor de ciencias políticas de la Universidad Carlos III de Madrid. Doctor por la Universitat Pompeu Fabra, ha sido investigador postdoctoral en la Universidad Libre de Bruselas. Está especializado en sistemas de partidos, sistemas electorales, descentralización y participación política de los jóvenes.

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