Dividir a las empresas
Existe un riesgo de politización de la economía de Cataluña tras las elecciones a la Cámara de Comercio
El objetivo de la nueva mayoría alcanzada por los afines de la Assemblea Nacional Catalana (ANC) en las elecciones a la Cámara de Comercio de Barcelona, en las que votó menos del 5% del censo, es nítido: dividir al empresariado para favorecer la independencia, lo que entraña un enorme riesgo de politización partidista para la economía de Cataluña. Y ello se pretende acosando desde los talleres y la microempresa comarcal a las grandes empresas mediante la demagogia contra el tamaño, con apelaciones contra los “oligopolios”, el “Ibex 35”, el “establishment”y otras expresiones alquiladas a los grupos antisistema.
Resulta paradójico, pues la lucha para aumentar la escasa dimensión, desventaja de las compañías catalanas familiares (bastante ajenas a los mercados de valores, fusiones y creación de corporaciones), era una asignatura clave de Cataluña. En la que empezaba a cosechar frutos: internacionalización, profesionalización, economías de escala. A lo que coadyuvaron entes como la Cámara, el Instituto de Empresa Familiar o el Círculo de Economía. El mismo título de la candidatura de la ANC, Eines de país —instrumentos de país—, apela a la creación de estructuras de Estado, a cargo de una parte, considerable, pero minoritaria, de la sociedad y la política catalanas. Y sus lemas y programa enlazan con su afán fracturador de Cataluña. Buscan poner la institución —una corporación pública— al servicio del secesionismo; convertirla en una correa de transmisión de obediencia al Govern separatista; declarar “persona non grata” al jefe del Estado; rebajar su respetado servicio de estudios a fábrica de argucias en favor de las presuntas ventajas del aislacionismo.
Lo peor de esta aventura autodestructiva es que puede contagiar a otros organismos culturales y deportivos; y coge desprevenida a la confiada dirigencia de la sociedad civil, ajena a los corrosivos métodos de infiltración activista de la ANC, un lobby tan antidemocrático que entronizó a Jordi Sánchez como su presidente, pese a haber quedado cuarto en cuanto al número de votos en las elecciones internas.
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