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El no ya lo tienes
Columna
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El vértigo del batiburrillo

No es esta cuestión que he planteado un asunto baladí, pero me ocupó todo el día y a mi voto no le dediqué ni un rato siquiera

El cantante Andrés Calamaro en San Isidro 2018, en Madrid.
El cantante Andrés Calamaro en San Isidro 2018, en Madrid. gtresonline

La jornada de reflexión de estas últimas elecciones generales me la pegué sin reflexionar en serio sobre la naturaleza de mi voto; de hecho, estuve casi todo el día dándole vueltas a la letra de una canción de Amaral: Son mis amigos.

Por el título da la sensación de que Eva se dispone a enumerar a una alegre francachela, pero finalmente solo menciona en serio a una tal Marta, a la que le acaba de dejar el novio; a Isabel, que ha sido despedida del trabajo y a Claudia de la que no sabe si tiene un chiquillo o no.

Zanja el asunto con un “y de Guille y los demás ya no sé nada”. ¡Pero bueno Eva! —me gustaría espetarle— y aún tienes el valor de cantar en el estribillo:

Son mis amigos, en la calle pasábamos las horas...

El estribillo debería ser:

Son mis conocidos, en la calle pasábamos las horas, callaos...

No es esta cuestión que he planteado un asunto baladí, pero como decía antes, me ocupó todo el día y a mi voto no le dediqué ni un rato siquiera.

Así pasó, que el domingo como la mayoría de la gente voté a la gornú, como se suele decir en estos casos.

Me dio mucha rabia leer ya el lunes la reflexión sobre la situación política que elaboró Andrés Calamaro: “Prefiero el vértigo de los patriotas y reaccionarios, a su manera me representan más que los moderados”. Que, en mi caso, todas esas lúcidas palabras cayeran en saco roto.

Querido Andrés:

¿Te puedes creer que había mucha gente que pensaba que después de tus encierros creativos con altramuces, quicos gordos y aceitunas rellenas habías perdido el oremus? Has cerrado muchas bocas Andrés.

Me despido diciéndote que para mí, tú, Escohotado y Sánchez Dragó, sois el nuevo Tridente Catacrocker.

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