‘Alea jacta est’
No reprocho a nadie esconder su voto. Aquí la verdad es peligrosa
Tengo para mí que una cierta cortesía con los lectores de esta columna aconseja comentar cómo me dispongo para unas elecciones temibles. Conste que no reprocho a nadie esconder su voto. Aquí la verdad es peligrosa.
No voy a votar al PP porque no ha hecho lo exigible para limpiar la patética imagen de una banda de ladrones lanzados a saquear el Estado con la tolerancia de su presidente. Sólo la infame violencia de los fascistas catalanes sobre Cayetana Álvarez de Toledo podría hacerme vacilar, pero ella se basta y sobra para defenderse.
Tampoco puedo votar al PSOE de Sánchez, aunque durante años lo hice al PSOE de González. Su actual secretario general ha convertido el partido en una pirámide de servidores. El culto a la personalidad que ha fomentado me repugna. Tener a los violentos nacionalistas catalanes y vascos como aliados le incapacita para combatirlos. Está arruinando el país con una deuda astronómica.
Imposible votar a Podemos por mera sensatez, pero además porque no hay modo de saber lo que uno vota en un partido que tiene tantas cabezas como la hidra y que cambia de nombre cada 100 kilómetros como los cacos de hotel. Se alimenta de odio y resentimiento. Ahora es amiga, además, de los separatistas.
Los de Vox son demasiado puros para mi pobre espíritu, tan atribulado que ya no admite más que mezclas. La pureza me asfixia. Sólo puedo respirar el aire cargado de mercurio de las ciudades. Para colmo, no trago a Manolo Escobar.
Así que me quedo con Ciudadanos. Han cometido errores y Rivera parece confuso, como si el país entero le fuera grande, pero ya dije en otra ocasión que es el menos dañino, el que menor dolor traerá sobre nosotros. Encima, es el único capaz de suprimir las subvenciones al matonismo en Cataluña y País Vasco.
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