Casado, Robin Hood al revés
Asombran las palabras del líder del PP, no por lo inverosímil de la medida sino porque supone empezar la campaña disparándose al pie
Pablo Casado ha dicho que se propone llevar el salario mínimo a 850 euros. Se trata de un anuncio asombroso, no porque sea inverosímil sino porque supone empezar la campaña disparándose al pie. Presentarse como un Robin Hood al revés, que quita a los pobres para favorecer más a los ricos, parece una idea temeraria. Y esto, claro está, no pasa de ser una caricatura, pero es exactamente la caricatura inevitable en el imaginario colectivo tras sus manifestaciones para Onda Cero después rectificadas con poca consistencia.
Hay una norma sagrada en campaña electoral: no cometer errores. Ese es el primer mandamiento, como recordaba Daniel Ivoskus presidiendo la Cumbre Mundial de Comunicación Política. En según qué casos, es casi el único mandamiento. Claro que esto resulta más sencillo para quien no tiene que arriesgar. De ahí el estilo Sánchez en esta precampaña, presidencial, moderado, rehuyendo cualquier riesgo, incluso la casa de Bertín Osborne. Es táctica de viento a favor. Pablo Casado sí ha de arriesgar, pero, ay amigo, como le diría Joe McGinniss, sin llegar al extremo de decir la verdad.
Casado, de hecho, ha arrancado la campaña persuadido de que necesita jugar duro. No ha dudado incluso en cruzar líneas rojas, con retórica tremendista, hasta provocar desmarques estupefactos en sus propias filas. Lo de hoy es algo más que una mala idea. La derecha lleva mucho tiempo trabajando contra el tópico de que “hay que ser idiota para ser obrero y votar a la derecha” y acaba de desandar algunas casillas, eso seguro. En todo caso, en la derecha, y sobre todo en aquellas comunidades donde Vox puede obtener mejores resultados, hay clientela electoral de salario mínimo. Y él acaba de enviarles un mensaje hostil, por más que la prensa conservadora tape el episodio.
En el imaginario colectivo de muchos ciudadanos, sin duda Casado habrá optado por retratarse como el sheriff de Nottingham en lugar de Robin Hood. Es una simpleza, pero en los tiempos líquidos de la post-web 2.0 nada se viraliza tanto como las simplificaciones, cualquier anécdota alejada de la racionalidad densa. Precisamente en Andalucía se acaba de anunciar la bajada de impuestos, también el IRPF, y el tramo más beneficiado es el que va de 60.000 a 120.000 euros… El PP ya ha tenido ocasión de comprobar por dónde le va a venir el fuego graneado. Gran día de Casado para experimentar con química real, en lugar de gaseosa.
Para la derecha, hay charcos que están particularmente prohibidos, y en particular la insensibilidad por las clases medias más castigadas. Esa clase de insensibilidad del episodio de María Antonieta, recogido por Rousseau en sus Confesiones sin atribución, cuando le comunican que frente a palacio hay una multitud de campesinos quejándose de que no tienen pan para comer; y ella responde con un mohín pijo: “pues que coman brioches”. Las caricaturas las carga el diablo. Y Casado ha pasado de presentarse como “somos el partido de la España que madruga” a retratarse como “el partido de la España que se levanta a tomar brioches”. Brillante.
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