Coches que no existen, pero nos gustan
David Obendorfer es un diseñador que imagina cómo serían los clásicos si fueran creados hoy. Con una sola premisa: todo futuro pasado fue mejor
La normativa, cada vez más exigente, se está cargando el diseño. Por ejemplo, hoy sería impensable un bellezón como el Jaguar Mark I de 1955. Sus parachoques cromados no pasarían los requisitos de homologación: son armas mortales en caso de atropello. Si a eso añadimos la obsesión por la aerodinámica para reducir el consumo, o el inagotable auge de los SUV, el resultado es que los coches cada vez se parecen más entre sí. David Obendorfer aprovecha sus ratos libres para imaginar cómo sería un clásico si se concibiera, hoy, a partir de cero.
El diseñador húngaro trabaja en el sector náutico: “Si le pones cuatro ruedas a una lancha fueraborda, no se diferencia mucho de un coche descapotable”, dice. Se reconoce un fanático del pasado: “Antes las líneas eran más limpias. Los coches tenían más personalidad. Eran más bonitos”, afirma por teléfono desde su estudio en Budapest.
Obendorfer ha reinventado mitos como el Renault R4, el Fiat 600 o el BMW CS, con el mismo mimo que si fueran a fabricarse mañana. Y no todos se quedan en la pantalla de su ordenador. Citroën le dio la licencia para recrear su icónica furgoneta Type H. Se fabrica por piezas, listas para ser colocadas sobre una furgoneta Jumper actual. Un frankenstein, sí, pero precioso.
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