Felicity Huffman y Lori Loughlin, ante una demanda de 500.000 millones por sus sobornos universitarios
Las actrices son demandadas, junto a otros implicados, por una madre de California que exige una cifra millonaria por considerar que el fraude en el que están implicadas perjudicó a su hijo en su acceso a la universidad
Las actrices Felicity Huffman y Lori Loughlin han dejado de ser estrellas de Hollywod para convertirse, desde el pasado miércoles, en los rostros famosos que ponen cara a una de las mayores conspiraciones conocidas para facilitar el ingreso fraudulento de hijos de padres adinerados en las universidades de más prestigio de Estados Unidos. No son las únicas responsables de este intercambio de dinero –más de 25 millones de dólares desde 2011– pero sí las más conocidas de entre los 50 implicados (padres, empresarios y entrenadores) de este entramado destapado por el FBI al que han bautizado operación Varsity Blues.
El sistema es simple, aunque no sencillo: pagar miles de dólares para modificar las pruebas de admisión o crear expedientes deportivos falsos para conseguir que los hijos de familias pudientes hayan conseguido una plaza a costa de la de otro estudiante con mayores méritos.
En Estados Unidos la competencia empieza desde la juventud. Cuando muchos jóvenes ni siquiera son conscientes de ello sus padres sí tienen muy presente que acceder a una universidad de élite encauzará el futuro de sus retoños. Por calidad de enseñanza y por los contactos que cultivarán a lo largo de sus años como estudiantes. Pero acceder a una de estas universidades no es solo cuestión de presentar un currículo académico repleto de notas brillantes. Stanford, Harvard, MIT, Princeton, Yale, Columbia, Penn… cuentan entre sus alumnos con nombres inspiradores, pero cuando con 17 años ellos accedieron a este Olimpo de oportunidades no fueron valorados solo por sus expedientes. Muchos de los estudiantes que presentan su solicitud para ser admitidos en esos centros son rechazados porque no superan ese otro análisis que valora qué pueden aportar a la comunidad estudiantil. Un estudio que permite que destacados deportistas, artistas, emprendedores o youtubers hayan podido acceder a ellas, con peores notas que otros estudiantes, porque quienes tienen en sus manos la decisión ven en ellos algo que les diferencia del resto.
Menos de una semana después de conocerse el alcance de la operación Varsity Blues, que saltó a los medios el pasado martes, también se van desvelando nuevos detalles que afectan a sus implicados, y muchas de las informaciones siguen teniendo como principales protagonistas a Felicity Huffman y Lori Loughlin, aunque no sean las únicas afectadas.
Por ejemplo, este lunes se ha sabido que Jennifer Kay Toy, una madre de California que fue maestra en el distrito escolar de Oakland, presentó el día 13 de marzo una demanda colectiva contra las actrices, entre otros de los involucrados, por valor de 500.000 millones de dólares. El motivo: considera que su hijo Joshua, con un excelente promedio académico al terminar sus estudios secundarios se presentó a algunas de las universidades involucradas en el escándalo –en la lista se encuentran la universidades de Yale, Georgetown, Stanford, UCLA, Wake Forest, la Universidad del Sur de California y la de Texas– y no fue aceptado en ninguna de ellas.
“Creímos que tenía una buena oportunidad”, dice ahora la madre y profesora, “pero no llegó al corte y ahora estoy al tanto del escándalo de engaño masivo por el que personas ricas conspiraron con personas en posiciones de poder y autoridad en las universidades para permitir que sus hijos tengan acceso a las mismas universidades de las que Joshua fue rechazado”, afirma Toy en la demanda, según ha publicado Los Ángeles Times. Jennifer Kay Toy también especifica en dicha demanda que se siente “furiosa y herida porque siento que a mi hijo se le negó el acceso a la universidad no porque no trabajó o estudió lo suficiente, sino porque personas ricas se sentían bien mintiendo, engañando, robando y sobornando para que sus hijos entraran en una buena universidad”.
La actriz Lori Louglin, que encarnó el personaje de la tía Becky en la serie Padres forzosos, y su esposo, el diseñador de moda Mossimo Giannulli supuestamente pagaron hasta 500.000 dólares para que sus hijas, Olivia e Isabella, fueran incluidas en un equipo de remo de la Universidad del Sur de California. Ninguna de ellas practicaba este deporte pero las dos fueron admitidas en el centro. De hecho, una de sus hijas, Olivia Jade, es influencer con 1,5 millones de seguidores en Instagram y tiene un canal propio de YouTube, con dos millones de audiencia, y se dedica básicamente a viajar para desarrollar su actividad en las redes sociales. La joven, que ahora tiene 19 años, se llegó a vanagloriar en su cuenta de Instagram de que hablaría con los profesores para continuar con sus viajes o de que le interesaban las fiestas más que los estudios. Sus padres han tenido que pagar un millón de dólares de fianza para quedar en libertad tras prestar declaración ante un juez de Los Ángeles acusada por un escándalo de sobornos. El magistrado que se ocupó del caso permitió que la pareja pusiera su casa de Los Ángeles como garantía para poder pagar dicha cantidad. Después de esto, el juez le permitió viajar a Vancouver (Canadá) para continuar su colaboración profesional con un canal de televisión, aunque estableció que la actriz deberá entregar su pasaporte el próximo mes de diciembre, cuando se acaba el contrato laboral que tiene con la cadena Hallmark.
Por su parte Felicity Huffman, que ha formado parte del reparto de Mujeres desesperadas o American Crime y que estuvo nominada al Oscar en 2005 por su interpretación en Transamérica, presuntamente pagó 15.000 euros cambiar de forma fraudulenta las respuestas de los exámenes de acceso de su hija y mejorar su calificación. Felicity Huffman ha tenido que depositar una fianza de 250.000 dólares y acudió ante el juez acompañada por su marido, el también actor William H. Macy, que no está imputado. Según cuenta la revista People, Huffman se reunió con Rick Singer, el cerebro de esta trama, en su casa de Los Ángeles y supuestamente llegó a un acuerdo económico para que Singer pusiera en funcionamiento el sistema que le permitió corregir preguntas incorrectas del examen de acceso de su hija mayor después de realizado.
En la cúspide de todo este entramado está Rick Singer, un hombre que confesó su culpa y que era conocido entre un elitista círculo de personas como ‘La llave’, ya que gracias a su organización de sobornos, falsificación de exámenes e historiales deportivos, había encontrado la forma de facilitar el acceso a las universidades de élite para quienes estuvieran dispuestos a pagar por ello. La punta de un iceberg que ya ha apuntado en otras muchas ocasiones al discriminatorio proceso de selección de determinadas universidades en las ser hijo de antiguo alumno o de un generoso donante que engorda los fondos del centro aporta ventajas para ser seleccionado. Por no hablar de las estadísticas de los alumnos que ingresan en ellas y que pertenecen abrumadoramente a clases sociales acomodadas.
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