Hablamos
En este momento, 555 millones de lectores pueden leer esta columna sin traducción. Mañana serán más
Un dato digno de consideración es que el producto español de mayor éxito haya sido y sea su idioma. Llamarlo “producto” es un abuso, ciertamente. Las lenguas solo son productos (militares o financieros) cuando se utilizan para forzar una sumisión política. No es el caso del español, pobre criatura. La expansión y fortaleza del español han sido efecto de la política, como en todos los idiomas, pero hace siglos que ya no lo es. Se convirtió, con toda modestia, en un fenómeno planetario. Lo resume muy bien el título de un libro de reciente aparición: Más de 555 millones podemos leer este libro sin traducción (Taurus). Un título tan largo se corresponde con un contenido extenso y variado. Hay artículos rigurosos y otros sólo (políticamente) correctos, pero sus editores, José María Merino y Álex Grijelmo, han procurado ofrecer un panorama bastante completo del estado actual de nuestra lengua común.
Evidentemente, el español no es español, sino mundial. Cuenta Merino con buena prosa cómo le fascinaba, de pequeño, la perorata de Cantinflas o los melismas de Gardel. Todos hemos gozado del léxico y la música de las múltiples hablas americanas. Sus peculiaridades nunca han sido juzgadas imperfectas o infames. Todo lo contrario. Y también los escritores, para quienes Rulfo, Vargas Llosa, Onetti o Carpentier abrieron inesperadas ampliaciones del campo lingüístico. ¿Se habla mejor el español en América que en buena parte de España? Sin duda es frecuente oírlo más gracioso y refinado. En contra tenemos, hoy, un puñado de españoles que por motivos religiosos, políticos o estéticos quieren hacerlo desaparecer de sus regiones. No será fácil: 555 millones de lectores pueden leer esta columna sin traducción. Mañana serán más.
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