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Columna
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La cara oculta de la Tierra

Mohamed Bin Salmán toma el desquite en Asia del desprecio suscitado en Europa y Estados Unidos por el asesinato de Jamal Khashoggi

Lluís Bassets
El primer ministro de Pakistán, Imran Khan, junto al príncipe heredero saudí, Mohamed Bin Salmán, esta semana en Islamabad.
El primer ministro de Pakistán, Imran Khan, junto al príncipe heredero saudí, Mohamed Bin Salmán, esta semana en Islamabad.AFP

Así como hay una cara oculta de la Luna, también nuestro planeta tiene una cara invisible. Y aunque viajemos por ella, desde Europa y América, eso que llamamos Occidente, no sabemos verla en conjunto. Es un error de perspectiva. Todavía estamos en el centro de nuestro mapa mental, cuando el mundo se ha desplazado al menos 116 grados, los que separan los meridianos de Greenwich y de Pekín.

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En esta cara oculta suceden cosas que apenas percibimos. Esta pasada semana se ha producido una gira diplomática que ha ocupado unas pocas líneas en nuestros medios de comunicación. Este es el caso del viaje del príncipe heredero saudí, Mohamed Bin Salmán, a Pakistán, India y China, tres países que en términos demográficos suman 2.900 millones de personas y representan casi un 40% de la humanidad.

Arabia Saudí es el primer exportador de petróleo del mundo y tiene en Asia uno de sus mercados más dinámicos. Los tres países son receptores de inversiones, pero dos de ellos, Pakistán e India, exportan mano de obra: los paquistaníes e indios que trabajan en Arabia Saudí son más de seis millones. Como en tiempos feudales, antes de partir Bin Salmán ha soltado a 2.000 presos paquistaníes y a 800 indios de las cárceles saudíes donde estaban encerrados, y ha anunciado un chorro de inversiones.

La gira tiene también contenido político. Pakistán suministra militares a Arabia Saudí, incluso para su guardia real. Su arma nuclear, construida en competencia con India, es la única en manos de un país islámico. Si los saudíes venden legitimidad religiosa, los paquistaníes venden disuasión islámica, a falta de bomba saudí. La delicada agenda antiterrorista también ha ocupado a Bin Salmán. Los terroristas de Cachemira han recibido al príncipe con un atentado que ha dejado 45 cadáveres en el territorio disputado por los tres países vecinos de la gira. India se siente agredida por Pakistán, por la complicidad de sus servicios secretos con los talibanes e incluso con Al Qaeda. ¿Cuánto dinero saudí ha alimentado al terrorismo en las madrasas paquistaníes? E incluso China teme a las redes internacionales terroristas en las que pueda caer su minoría uigur.

Esta cara oculta es especial. Allí no importa la muerte de Khashoggi, ordenada por Bin Salmán. Los derechos humanos y las libertades no se mezclan con los negocios. Solo hay intereses y acuerdos trumpistas, sin valores compartidos. Tampoco hay caras largas para déspotas asesinos, sino reverencias y salvas de honor. Es el mundo emergente.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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