¿Qué queda del Camelot de los Kennedy?
La muerte de la hermana de Jackie Kennedy pone fin a la generación que creó un mito en torno al expresidente JKF
Con el reciente fallecimiento de Lee Radziwill, la hermana pequeña de Jackie Kennedy, se pone fin al último bastión de la generación que dio origen al supuesto Camelot. Una de las frases célebres de Enrique Jardiel Poncela, autor español de literatura cómica, reza: “Historia es, desde luego exactamente lo que se escribió, pero ignoramos si es lo que sucedió”. Una semana después de haber sido testigo del asesinato su marido, Jackie Kennedy tuvo la astucia suficiente como para actuar acorde a esa premisa. La exprimera dama decidió dar una entrevista exclusiva a Theodore H. White para que se escribiera con tinta azul el legado de John F. Kennedy. Más allá de las infidelidades, Jackie quería entregarle al pueblo estadounidense el mito de un mandatario con corona. “Habrá nuevamente grandes presidentes, pero nunca habrá otro Camelot”, le dictó Jackie a White, citando el musical de Broadway que aborda el reino del legendario Rey Arturo.
La metáfora logró calar en el imaginario de la sociedad de la época, ansiosa por tener un mártir en el Estados Unidos de la guerra de Vietnam y de la lucha por los derechos civiles. Hasta el día de hoy prevalece el relato maquillado de los 1.000 días de JFK en la Casa Blanca. Finalmente, Jackie era una artista de la diplomacia, miembro de la dinastía política de los Kennedy. Las tragedias que han sacudido a la familia de origen irlandés, y el medio siglo transcurrido desde que John se convirtió en el presidente más joven de su país, han acabado con los creadores de la leyenda. Pero Camelot continúa siendo un referente, un termómetro presidencial, un punto de comparación. La escritora y periodista Tina Brown, autora de un libro sobre la princesa Diana de Gales, sostuvo tras la toma de posesión de Donald Trump: “Cada vez que veía a Trump cruzar el escenario con la familia, pensaba: Dios mío, son como un Camelot Kardashian”.
La herencia política del apellido Kennedy hoy prevalece en solo dos actores: Joseph Kennedy III, quien desde 2013 ha logrado consolidar la permanencia de la cuarta generación en el Congreso desempeñándose como representante del cuarto distrito de Massachusetts. El político de 38 años es nieto del exfiscal general de EE UU, Robert F. Kennedy, asesinado en 1968, y sobrino nieto del expresidente. La segunda es Caroline Kennedy, la única hija viva del matrimonio entre JFK y Jackie. En 2013 el entonces presidente Barack Obama la nombró embajadora en Japón, convirtiéndose en la primera mujer en representar a Washington en el país asiático. Caroline fue asesora de Obama en las dos carreras presidenciales del demócrata. En enero de 2017 cesó de sus funciones y ahora está centrada en el activismo.
Hace una semana, la única heredera de John y Jackie Kennedy viajó hasta Cúcuta, una ciudad colombiana situada en la frontera con Venezuela, en su calidad de embajadora de buena voluntad del Comité Internacional de Rescate (IRC). Caroline se trasladó a la localidad más afectada por el éxodo venezolano, en el apogeo de la crisis humanitaria. En su paso por el hogar Divina Providencia repartió alimentos y mantuvo un encuentro con el padre David Caña, encargado de la organización, en el que no se admiteron fotografías.
La maldición de los Kennedy ha servido de guion para numerosas producciones audiovisuales. Netflix estrenó el año pasado la película Chappaquiddick, el escándalo Ted Kennedy. La cinta plasma una vez más lo desdibujado del mito de los Camelot. Después del asesinato de sus hermanos JFK en 1963 y el de Bobby cuando era candidato presidencial en 1968, Ted Kennedy cargó en sus hombros el peso de llevar su apellido hasta el Despacho Oval y cumplir un mandato completo. Pero el senador, como relata la película, ve truncado su futuro tras un accidente automovilístico en el que falleció la mujer que lo acompañaba en el coche. En 2016 el chileno Pablo Larraín dirigió Jackie, un filme protagonizado por Natalie Portman que retrata puertas adentro a la ex primera dama, principalmente la entrevista con White donde se fraguó Camelot. “A la gente le gusta creer en los cuentos de hadas”, explicó al periodista. La historia le ha dado la razón.
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