Más pobreza entre los migrantes venezolanos en España
Así es el nuevo rostro de los que llegan: ya no se caracterizan por el alto nivel adquisitivo, profesional y cultural y esgrimen entre las razones del viaje el hambre o la inseguridad
La crisis que vive Venezuela ha marcado un profundo cambio en la fisionomía de los migrantes que deciden salir del país. Los que huyen ya no se caracterizan por el alto nivel adquisitivo, profesional y cultural y lo hacen más bien sin un proyecto de vida y empujados por razones como el hambre o la inseguridad. Estas son las conclusiones del estudio El éxodo venezolano: entre la emigración y el exilio, presentado el pasado martes en la Universidad Pontificia Comillas, en Madrid, y editado por el Observatorio Iberoamericano sobre Movilidad Humana, Migraciones y Desarrollo (OBIMID).
En países como Ecuador, Perú, Chile y Brasil, se empiezan a observar señales de rechazo y discriminación hacia las personas de nacionalidad venezolana, alertan los autores. “Aún es temprano para determinar si existe xenofobia, pero hay que estar pendientes de las primeras señales de alerta”, sostiene Cecilia Estrada, coautora del libro.
A pesar de que se hayan registrado algunos episodios de discriminación, los países latinoamericanos han hecho un gran esfuerzo para acoger a mucha gente en poco tiempo, subrayan los autores. Sin embargo, el futuro está en duda.
Las últimas estimaciones de la Organización Mundial de las Migraciones apuntan a que tres millones de venezolanos viven en el extranjero. Aproximadamente 2,4 millones de ellos encontraron abrigo en América Latina y el Caribe. “Es fundamental contar a la gente quién es el migrante, porque la región no está acostumbrada, nunca ha vivido un desplazamiento así en tan poco tiempo. Aún no se ha digerido el cambio”, señala Estrada. Para la experta es necesario llegar a un acuerdo entre todos los gobiernos de la región y crear un sistema de estadísticas homologado para recopilar información sobre el fenómeno.
“Hablamos de países que ya tienen una población que necesita ayuda, por eso hay competencia por recursos limitados. Ahí nacen los conflictos. Antes podías vender un kilo de naranjas por cinco pesos, pero ahora el venezolano de al lado lo vende por tres. ¿Cómo solucionar esta cuestión?”, se pregunta.
La migración venezolana en España ha crecido un 450% más en apenas 20 años
Venezuela ya es el tercer país en el mundo en solicitantes de asilo, por detrás de Afganistán y Siria, según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) y ocupa el primer lugar de entradas de extranjeros a España. En 2018, los venezolanos encabezaron, por segundo año consecutivo, la lista de solicitudes de asilo en este país, con un 40% de las que están a espera de resolución.
La nueva migración hacia España, de acuerdo con los autores del estudio, se caracteriza por la supervivencia. La salida del país ya no esconde un plan preciso, sino que está forzada por las circunstancias políticas, sociales y económicas del país. “Hasta 2014, la comunidad venezolana era casi invisible en el escenario migratorio español. Pero, a partir de 2015, su fisonomía cambia: están empujados por hambre, falta de medicamentos, inseguridad personal y jurídica, persecución política o la necesidad de enviar dinero a los que se quedan”, explica la investigadora Katrien Dekocker.
En 2016, la llegada a España de personas originarias de Venezuela se dispara. En 2018, había cerca de 255.000 personas nacidas en el país latinoamericano con nacionalidad extranjera o española, según el Instituto Nacional de Estadística. Un 450% más en apenas 20 años, un 30% de la cuales llegaron a partir de 2016. La mayoría no se arrepiente de haber tomado la decisión y alega que no regresaría, según el estudio, que se centra en nueve países (Colombia, Brasil, Perú, Chile, Argentina, Uruguay, República Dominicana, México y España).
Dekocker analiza la evolución sociodemográfica de esta comunidad en España, alertando de su creciente pobreza. “Antes venían para mantener lo que ya tenían adquirido y se integraban bien en la sociedad. Muchos ya tenían nacionalidad española, contaban con ahorros, tenían un plan. Pero, desde 2016, tienen que salir de su país casi corriendo. Llegan con o sin nacionalidad, muchos son jóvenes que solo vienen para sobrevivir. La mayoría viene con la idea de que encontrará una situación que le va a solucionar la vida, pero ya no es así”. Por primera vez, explica, se empieza a hablar de remesas venezolanas para ayudar a los que se han quedado en el país, un concepto que hace cinco años no existía.
“La situación es dramática, pero hay que pensar en que Venezuela se va a reconstruir y estas personas van a poder regresar, si así lo desean”, argumenta Joaquín Eguren, coordinador del OBIMID. “Numerosos estudios realizados en Europa entre 1985 y 2005 demuestran que la migración el primer año supone cierto gasto para la sociedad de acogida, pero luego esto se convierte en beneficio. Esto puede darse en América Latina”.
Los desafíos para la infancia
Cerca de 430.000 niños en Colombia, Brasil, Guyana, Trinidad y Tobago, Ecuador, Perú y Panamá necesitan ayuda, según las últimas estimaciones de Unicef. Muchos de ellos son menores venezolanos desplazados y en tránsito o de otras nacionalidades que vuelven a sus países de origen, así como huéspedes de comunidades vulnerables, cuyos escasos recursos se encuentran ahora bajo presión por el repentino aumento de población.
En Colombia, por ejemplo, los servicios de salud no siempre son accesibles con regularidad para la infancia desplazada, denuncia el Fondo de las Naciones Unidas. En las zonas rurales de La Guajira, Arauca y Norte de Santander, casi la mitad (46%) de los niños menores de cinco años está en riesgo de malnutrición aguda.
Otro desafío para la infancia es la educación. En el estado brasileño de Roraima, según Unicef, el sistema no está completamente preparado para dar cabida al gran número de estudiantes migrantes (más de 3.600 niños venezolanos matriculados en centros públicos), y la calidad y el tipo de servicios prestados dependen de las iniciativas de la escuela y los maestros.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.