“En una entrevista de trabajo me dijeron que querían ver si estaba entera”
La tasa de paro de mujeres con discapacidad es del 26,7%, casi 10 puntos por encima del general. Estas son las historias de las que no se resignan, algunas de ellas, víctimas de violencia de género
"La semana pasada tuve una entrevista de trabajo en Gran Vía. La entrevistadora me dijo que quería ver si estaba entera. Entonces me preguntó por mi discapacidad y cuando le dije que era psíquica, vi en su cara que el puesto no iba a ser para mí. Yo solo quise responderle que fui maestra, que llegué a ser la quinta en unas oposiciones y que preguntar eso es ilegal". Habla Almudena (nombre ficticio), de 43 años. Tiene una hija pequeña, ha sido víctima de violencia de género y cuenta que quiere ser funcionaria. Al día siguiente opta a un puesto en Hacienda: "Siempre me ha gustado hacer la declaración de la renta".
Los datos muestran la dificultad de acceder al mercado laboral. La tasa de paro de mujeres con discapacidad en España es del 26,7%, casi diez puntos por encima de la general. Ellas representaron el 1,3% de los contratos hechos a mujeres en 2017, según los últimos datos disponibles de la Fundación ONCE. Mirando el detalle, de los 308.376 contratos que se hicieron ese año a personas con discapacidad, el 38% fueron para emplear a una fémina.
A Almudena le detectaron una enfermedad mental que la apartó de su carrera de maestra: "No puedo ser profesora pero sí muchas otras cosas". Cuenta también que su marido utilizaba este hecho para menospreciarla. Según el informe Violencia de género hacia las mujeres con discapacidad, elaborado por la Fundación Cermi Mujeres, el 31% de las discapacitadas ha sufrido violencia machista, más del doble que las mujeres sin esta condición.
En esta búsqueda de soluciones, Almudena encontró un día el programa Inserta, a través del que la Fundación ONCE conecta a demandantes de trabajo con empresas de su bolsa de empleo. Hace dos semanas la incluyeron junto a 14 compañeras en un nuevo proyecto destinado específicamente al emporederamiento femenino. En él participan 15 mujeres, de las que cinco han sufrido violencia machista. La entidad Quiero trabajo es la socia de este proyecto del que Gema Garrido es coordinadora."Tenemos expertos en recursos humanos, orientadores y estilistas que apoyan a las mujeres en un recorrido personalizado", explica.
Almudena mantuvo hace unos días su sesión individual, y además le hicieron la manicura y le regalaron ropa donada por cadenas como Inditex o Mango. "Algunas de las mujeres a las que atendemos en nuestra fundación no tienen recursos ni para dar de comer a sus hijos, no les puedes decir que se gasten dinero en comprarse una chaqueta para buscar trabajo", apunta Gemma Garrido. La apariencia física cuenta en la autoestima, pero en el proceso también tienen la oportunidad de hablar del pasado que arrastran. "Hay algunas que piensan que el mundo es malvado que incluso han sufrido violencia en la casas en las que han trabajado como internas". Las palabras de Almudena lo confirman: "Cuando salí ayer de la sesión individual me dieron ganas de llorar porque no estoy acostumbrada a recibir tanto cariño".
Teresa Palahí, secretaria general de la Fundación ONCE explica que hace un tiempo comenzaron a detectar que algunas de las mujeres con discapacidad que acudían a los servicios de inserción laboral relataban a los técnicos que habían sido maltratadas. "Supongo que sentían la confianza para abrirse, que se sentían escuchadas". Antes de incluirlas en el programa de inserción laboral, la fundación las deriva a otras entidades para brindarles una terapia psicológica si detectan que su estado les impide trabajar. Palahí habla de que sus servicios dan prioridad a aquellas que han sufrido violencia machista: "Existen pocos datos sobre estos factores, así que es muy complicado tomar decisiones. El nuevo pacto de Estado contra la violencia de género puede cambiar las cosas, pero hace falta dotación económica". En 2018 la fundación atendió en el marco de Inserta a 1.109 mujeres con discapacidad que habían sufrido violencia machista, de las que 212 lograron un contrato. La entidad estima que hay más de 250.000 discapacitados buscando trabajo y sus servicios registraron casi 21.000 ofertas de empleo.
En el aula de la Fundación ONCE esta mañana están hablando de conciliación, de su objetivo profesional, de saber decir no a jornadas abusivas en el trabajo. No todas las mujeres han recibido golpes de sus parejas, pero sí de la vida. Aquí se juntan las historias de María, madrileña de 47 años, diagnosticada de hiperactividad y que quiere volver a ser camarera. Elsa, ecuatoriana de 60 años, asentada desde hace tres décadas en Madrid que obtuvo un grado de discapacidad después de lesionarse la cadera y la columna en una casa en la que trabajaba. Y también Lidia, de 57 años, a la que le fallan las piernas después de haberse "matado" toda la vida limpiando casas y que además tiene una enfermedad mental. "Vivo gracias a mi hijo", cuenta. Ana, de 65 años, que perdió su trabajo como empleada laboral en la Administración pública tras un accidente y diez años de operaciones, relata cómo se vio en la calle. "Llegó un punto en el que dije o reviento o de aquí me voy al cementerio, y como no quería darle el gusto a aquellos que me decían que no era capaz me dije: 'Yo puedo con esto y mucho más".
Cuando acaben este curso que dura un mes, tendrán a disposición la bolsa de empleo del programa Inserta para volver al trabajo. Almudena insiste en una frase de su cosecha con la que define su vida: "Si eres mujer, discapacitada y además, como es mi caso, has sufrido violencia de género, vives en arenas movedizas y sin ayuda es difícil remontar una vida".
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