Casado: dos batallas y dos almas
El alma pragmática y la del giro a la derecha están peleando, sin que esté claro cuál vencerá
La convención nacional que hoy ha clausurado Pablo Casado tenía tres objetivos: presentar al PP como un partido unido en torno a su nuevo líder, rearmarlo ideológicamente y relanzarlo de cara al trascendental año electoral que comienza.
El primer objetivo era esencial, pues el PP sabe por experiencia propia que pocas cosas son más castigadas por los electores que la división interna de los partidos. Las primarias de julio abrieron al partido en canal, dejando muchas heridas abiertas. Formalmente, ese objetivo parecía conseguido: Casado ha recibido el apoyo de Rajoy y el de Aznar. El de Rajoy ha estado lleno de consejos, y ha sido más bien tibio. El de Aznar ha sido muy efusivo. El de Suárez Illana supone reivindicar el centrismo y la transición, algo que también hizo Rajoy, y que no se cansa de hacer Casado.
A la rivalidad de C’s se ha sumado la de Vox, que fuerza al PP a competir en una situación muy difícil
El segundo objetivo era rearmar ideológicamente al partido. Casado ganó las primarias prometiendo un giro a la derecha que incluía criticas evidentes a la gestión de Rajoy. Reivindicó "un partido sin complejos", se presentó como el único capaz de "liderar la España de los balcones y las banderas" frente al desafío independentista. Dijo que derogaría la actual legislación del aborto, y criticó la "ideología de género". Y en esas coordenadas parecía haberse mantenido hasta la convención que ha cerrado hoy. El esperado giro a la derecha, sin embargo, parece haberse atenuado. Lo ha dicho el propio Casado: no quiere volver a las esencias. Quiere reivindicar el proyecto nacional del PP, y volver a ser el partido que representa todo lo que hay a la derecha del partido socialista. Y a España.
El tercer objetivo, el electoral, es el primordial. Y no es un secreto que el PP atraviesa un momento muy difícil: aunque ha ganado las elecciones de 2015 y 2016, ha perdido casi a un tercio de sus votantes. Las elecciones andaluzas han sido el primer examen electoral para Casado. Lo ha superado porque el PP se ha mantenido como el primer partido de la derecha, y porque, contra todo pronóstico, han logrado el gobierno andaluz. El PP se ha mantenido como partido más votado en la mitad de las capitales andaluzas, pero Ciudadanos le ha superado en las otras cuatro, y a la rivalidad de C’s se ha sumado la de Vox, que fuerza al PP a competir en una situación muy difícil.
“El PP ha vuelto” dijo Casado tras ser elegido presidente del PP. Y así es: ha vuelto a una de las esencias que ha vertebrado su historia: el pragmatismo. Su objetivo prioritario será aglutinar todo el espacio a la derecha del PSOE. El que no ha vuelto es el PP unido que fue.
El apoyo real de los suyos, y se lo han advertido estos días, lo ha de ganar en las urnas
La Convención deja a Casado ante dos batallas: la interna y la externa. Fuera del PP ha de enfrentarse, en su mismo espacio político-electoral, a Ciudadanos y a Vox. Pero tiene otra batalla, de momento larvada, que es la interna. La Convención ha dejado ver el claro, aunque sordo, aviso de los perdedores del congreso de julio: no han tirado la toalla. Feijóo ha sido mucho más explícito: Casado tiene una oportunidad, pero está a prueba.
Casado parece muy consciente de ello. Ha abierto su discurso pidiendo trabajo, lealtad y compromiso inquebrantable a los suyos. Luego ha hecho un discurso largo, de presidenciable, casi un programa de Gobierno. Pero ha atacado a los socialistas con una dureza impropia en quien quiere y debe disputar al PSOE los votantes centristas. El alma pragmática y la del giro a la derecha están peleando, sin que esté claro cuál vencerá. Tal vez sea una decisión estratégica, pretender compatibilizarlas para ganar sus dos batallas externas. Aunque no será fácil.
Casado es el primer líder nacional del PP elegido por las bases. Tiene una legitimidad distinta a los que le antecedieron en el cargo. Pero eso no le garantiza nada. El apoyo real de los suyos, y se lo han advertido estos días, lo ha de ganar en las urnas.
Elena García-Guereta es profesora de Ciencia Política de la Universidad Complutense de Madrid.
Este artículo ha sido elaborado por Agenda Pública para EL PAÍS.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.