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Michael Robinson: “No me planteo morir de esta”

El exfutbolista y comentarista británico batalla contra el cáncer tras un segundo y esperanzador diagnóstico

Michael Robinson, en la calle de Cervantes, el pasado martes. En vídeo, así anunció Robinson públicamente su enfermedad en 'La Ventana', de la Cadena Ser.Vídeo: SAMUEL SANCHEZ
Jesús Ruiz Mantilla
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Quién no ha desvariado alguna vez acerca de su propia muerte… Pero cuando uno se encuentra sano, según Michael Robinson, fiel a esas metáforas tan suyas, “lo haces como quien juega al póker con cacahuetes”. En cambio, cuando entras a una consulta y el médico te dice esas palabras que nadie quiere escuchar, la siguiente mano de cartas te la reparten en serio. “Pasas de la teoría a la cruda práctica”, asegura el comentarista deportivo. Le ocurrió este otoño. Primero le diagnosticaron un mieloma sin cura aparente y lo encajó mal. Una segunda opinión le ha devuelto la esperanza: “Me siento como una flor. No me planteo morir de esta”.

Viajó del infierno al cielo en dos horas. “Me salió un bulto en la axila que en pocos días se me puso como un limón. Me hicieron una biopsia con mi seguro privado y el diagnóstico fue el peor posible. No tenía cura”. De lo malo malo, podría lograr convivir con ello. Pero con la condición de que tomara un medicamento —sin cobertura en su póliza —que le iba a costar 14.000 euros al mes.

A Robinson le entró una especie de histerismo auto sarcástico. Se aplicó una cruda terapia psicológica a base de humor negro como cruento mecanismo de defensa. “Mi mejor amigo, Paco, se había muerto en agosto. Era mi compañero en el campo de golf. Yo le decía a mi mujer: esto es cosa suya, que no tiene con quien jugar”. Pero ahí estaba una vez más Chris, su esposa desde hace 40 años ya, con su catálogo de soluciones. “¿Por qué no llamamos a Cristóbal Belda?”, le dijo.

Es el doctor que trató a Severiano Ballesteros, jefe de Oncología de La Paz, a quien dirigían los fondos que recaudaban ambos en su fundación. “A las dos horas estaba en su despacho. Me puso en manos de Emiliano Calvo. Aunque es del Madrid, yo le llamo Messi y no se molesta. Sabe qué quiero decir”. De pronto, le dieron 37% de posibilidades de cura total y la seguridad de que, al menos, si no desaparecía la enfermedad, convivirá con ella.

Desde entonces le han operado tres veces para extirpar totalmente el mal y se somete a un plan de inmunoterapia. “Me encuentro en las mejores manos cuando me tratan en el hospital de Sanchinarro. No me pienso ir a ningún lado por esto. Lo hago con gusto. Me han hecho más pruebas que a Neil Armstrong, el astronauta que subió a la luna, pero cuando el enemigo se llama cáncer, no importa”.

Michael Robinson, en la calle de Cervantes (Madrid), el pasado martes.
Michael Robinson, en la calle de Cervantes (Madrid), el pasado martes.Samuel Sanchez

En los últimos meses confiesa haber crecido y llegado a serias conclusiones. “Con el primer diagnóstico pasé del estado de shock a tomar las riendas. La ciencia ha hablado, me dije. Ahora me toca a mí decidir cómo quiero vivir lo que me queda. Bien es cierto que me había tomado unas cervezas, pero regresé a casa sintiéndome invencible. En medio de una epifanía que me dejó como nuevo”.

La ciencia volvió a hablar y de manera más amable y un vendaval de cariño le ha conmocionado: “No conozco un tipo con más suerte que yo. Es posible que haya gastado ya 20 vidas. Con la fortuna que tengo, si no se han equivocado, estoy seguro de que voy a superar esto. Honestamente, creo que si fuera a morir, lo sabría. Alguna señal o convencimiento definitivo tendría y no lo tengo, ayudado por el hecho de que me encuentro como una rosa. No he ido a un psicólogo, ni aceptado ninguna pastilla de la felicidad, qué coño. Simplemente, soy muy optimista y mi caso está en manos de los mejores expertos del planeta”.

Los ánimos le han impactado. “Nunca me había planteado que me quisieran tanto. He llorado más de emoción por las reacciones de la gente que por la gravedad de la situación. Al acabar de retransmitir un partido, si leo Twitter, no lo parecería. Aunque tampoco me he sentido nunca detestado ni me he creído demasiado los halagos. Cuando yo era delantero centro pasaba de capullo a héroe en 30 minutos. En eso he seguido las enseñanzas de Rudyard Kipling cuando dice que al éxito y al fracaso, esos dos impostores, debes tratarlos siempre con la misma indiferencia”. 

Si echamos mano de aforismos y llegamos a la máxima griega de conócete a ti mismo, Michael Robinson también se lo ha aplicado estos meses. “Puesto a elegir, hubiese preferido no pasar por esto. Pero ya que me toca, confieso que estoy experimentando en esta aventura, así la llamo yo, cosas sensacionales”, afirma. “Aprendo de mí todo y ando sorprendido conmigo mismo. Solía reaccionar como un avestruz. No me gustan las malas noticias ni en las películas. Pero mi reacción espontánea ha sido diferente a la que esperaba. Estoy descubriendo cosas de mí, que no sabía”.

Tampoco ha sufrido excesivas transformaciones interiores. Simplemente reafirmaciones y los sentidos más agudizados: "No ha cambiado en mí apenas nada. Pienso igual, aunque sí noto que se han agudizado mis convicciones. No me he vuelto religioso: me reafirmo como un agnóstico al que le faltan huevos de ser ateo. Por si acaso… Lo que agradezco es que esto me va a convertir en un buen tío antes de ser demasiado mayor”.

¿Y el fútbol? "Lo veo distinto. Lo disfruto más”. Y, sin duda, en el deporte al que ha dedicado casi todas sus fuerzas, sigue encontrando parábolas con que explicarse. "Cuando Julio Maldonado, Maldini, me preguntó cómo me sentía, le dije: imagínate que pierdo 2-0 y falta media hora. Pero ahí tengo a Messi quitándose el chándal para salir. Lo gano seguro".

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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