Craig Green: el treintañero que está redefiniendo la moda masculina
Y el diseñador británico lo está haciendo a base de volúmenes impresionantes, referencias futuristas y una singular serie de colaboraciones con Moncler, la firma que convirtió el plumífero en un objeto de deseo
Siempre resulta memorable cuando una escena de película resume el look de su tiempo. Por ejemplo, Sigourney Weaver, en la última secuencia de Alien: el octavo pasajero (1979). Con una camiseta y bragas de algodón blanco, su personaje, la teniente Ripley, extrapolaba un presente muy Calvin Klein Jeans a un futuro de exploración intergaláctica: deportivo, funcional, mínimo. Cuatro décadas después, fue Alien: Covenant (2017), última entrega de esta saga de Ridley Scott, la que volvió a retratar el ahora a través de la ropa de sus protagonistas. En una escena de la película, el androide encarnado por Michael Fassbender y el resto de la tripulación descienden de su nave, desviada de su rumbo al planeta Origae-6, con trajes que sugieren exploración y ciencia. Su atuendo tiene cierres y cinturones, costuras que se drapean para cumplir funciones variables, capuchas extensibles que giran 360 grados… No es casual que aquel vestuario sea tan apto para colonizar el extrarradio de la Vía Láctea como para vestir en el mundo de hoy, porque se compone de 100 diseños actuales de Craig Green, adaptados y modificados por él mismo para materializar la visión de Scott. En otras palabras: se ha trazado una intersección entre la visión futurista del director y las creaciones contemporáneas del diseñador. Y eso es algo excepcional.
"Algunas ideas vienen de la protección contra los elementos", dice Green. Entre sus referencias hay flotadores, tiendas de campaña y la imagen de un esquiador asegurado a una camilla
Es razonable afirmar que este londinense de 32 años está redefiniendo la moda masculina de nuestra época. Cinco veces ganador del British Fashion Award (tres de ellas como diseñador británico del año), se ha consagrado en tiempo récord con unas colecciones que juegan al contraste. Entre acabados ligados a la ropa tradicional, como el guateado, y la inspiración deportiva; entre la rudeza de la ropa de trabajo y los cortes geométricos del atuendo tradicional japonés, o entre el rigor monacal y el colorido más vivo, los volúmenes teatrales e incluso unas aberturas con innegables connotaciones sexuales. Las prendas de Craig Green han participado en dos exposiciones en el Metropolitan Museum de Nueva York (China y Heavenly bodies). Y como corolario de su consagración, esta temporada presenta la última de sus colaboraciones con Moncler: un hito en la configuración del look masculino de esta década.
Una calurosa tarde de septiembre, a pocos pasos de la Fondazione Prada, en las afueras de Milán, una cohorte de hombres de negro vigila con recelo un discreto portal. Detrás, una antigua estación ferroviaria donde dos centenares de personas preparan el escenario en el que, ya de tarde, Moncler presentará sus nuevas colaboraciones con una selección de diseñadores de vanguardia: Craig Green, Hiroshi Fujiwara, Kei Ninomiya y Simone Rocha. Green y Dan Tobin Smith, el director del vídeo que revelará su colección, revisan luz y sonido.
El diseñador lleva su característico uniforme: chaqueta de lona negra y pantalones a juego con una camisa negra sobre una camiseta a tono, todo de su propia marca, indicando interés negativo por llamar la atención. Green y Tobin Smith mandan ensamblar los pistones, resortes y catapultas que, en unas horas, harán danzar las prendas en una serie de proyecciones simultáneas. “Queríamos construir máquinas porque ninguna de las imágenes que se proyectarán está generada por ordenador. Todos los movimientos, artefactos y prendas son reales”, explica, y prosigue: “La idea es jugar con el movimiento. Es como si las máquinas lanzaran las prendas al cielo y un contrapeso las volviese a traer a tierra”.
Por la noche, el discreto portal se convierte en pura efervescencia. La presencia del non plus ultra del sistema de la moda internacional demuestra que, cuando Moncler invita, todos acuden. En el vasto hangar, los filmes de Tobin Smith se proyectan simultáneamente en las paredes, y una panoplia de ponchos se expande en vaivén vertical, generando una experiencia de volumen y color. Green parte de estructuras que casi se salen de la pasarela y permiten entender cómo está construida cada prenda.
Aquí, estructura equivale a hipótesis y cada prenda a tesis demostrada. “Algunas ideas vienen de la protección ante los elementos”, dice. Su colección para la empresa italiana, llamada 5 Moncler Craig Green, lo ha llevado a explorar ideas relacionadas con la expedición. Flotadores, tiendas de campaña y también la imagen de un esquiador después de un accidente, amarrado a una camilla: el efecto guateado que generan los cierres de la camilla sobre la chaqueta del esquiador ha sido la fuente de inspiración para el poncho clave de la colección.
Uniforme y utilidad, constantes en la breve carrera de Green, se filtran en el universo Moncler y se amalgaman con la complejidad técnica heredada de la marca anfitriona. A su vez, hasta la pieza más simple alberga el nivel de detalle propio de un diseñador de culto, aunque en su caso la etiqueta de culto no equivalga a ineptitud empresarial. Lanzó su marca en 2012, al acabar su máster en Central Saint Martins. El negocio cumple seis años con su desfile en Londres este mes de enero, y con una envidiable red de distribución internacional: todo un logro para un diseñador independiente en este particular momento de la historia.
Como suele pasar con las colecciones de Green, su cuarta propuesta para Moncler es tan fotogénica como comercialmente viable. Caminando juntos por el backstage de su presentación, se para delante de un perchero y dice: “¿Ves este mono naranja? Lo hay también en colores neutros. En la tienda encontrarás tanto esta, la pieza estrella del show, como su declinación comercial”. Esa doble lectura, un pas-à-deux entre tradición e innovación, entre lo radical y lo accesible, permea todo lo que hace el británico. “Cuando comenzamos una nueva colección, lo hacemos con la parte comercial. Con las piezas que son ponibles. Empezamos por ciertos códigos institucionales de Moncler como el edredón, por ejemplo, que se corresponden con un drop específico. O como las banderas, que están presentes en cada colección”.
Esta colaboración ha abierto a Green un mundo de posibilidades. Fabricar plumíferos es una tarea compleja, para la cual se requieren técnicas y máquinas especiales para contener un elemento tan volátil como la pluma. “Esta experiencia nos ha dado acceso a fábricas a las que no hubiésemos llegado de otro modo. Trabajar con pluma es muy complicado. No puedes añadirle una costura a una prenda donde tú quieras”. También subraya la mentalidad progresista de Moncler. “No tienen miedo a asumir riesgos. Te dejan hacer lo tuyo. Incluso cuando están un poco incómodos, esperan a ver qué haces. Te animan a llevar tu trabajo un paso más adelante”.
"En Moncler no tienen miedo a asumir riesgos. Te dejan hacer lo tuyo. Incluso cuando están un poco incómodos, esperan a ver qué haces. Te animan a llevar tu trabajo un paso más adelante"
Cosas que llaman la atención sobre Moncler, la marca de plumíferos francesa: que desde que fue comprada por Remo Ruffini en 2003 ya no es francesa y que, de hecho, cotiza en la bolsa italiana. Que, más que una marca, es un gigante con un par de centenares de puntos de venta en cuatro continentes. Y que su espectacular transformación ha venido de la mano de un consejero delegado muy particular (por poner un ejemplo, Ruffini es el único en la foto oficial del consejo de dirección que no lleva corbata).
También es sui generis su visión a contracorriente de un mercado, incluso en su faceta más elitista, que suele juzgar los productos que lanza solo con calculadora. Porque no es el caso de Moncler. Ruffini ha convertido una tradicional marca de estirpe alpina en sinónimo de innovación y vanguardia internacional sin perder a su cliente de toda la vida. Los números indican que el esquiador en Gstaad y el ejecutivo que acude a El Corte Inglés de Serrano siguen comprando Moncler. Pero el unicornio blanco de Ruffini ha logrado sumar a los clientes más tradicionales del espectro una nueva generación de fans en Pekín, Seúl y Taipéi. Jóvenes y ávidos consumidores de moda que se identifican con la visión renovada de Moncler. Una visión en clave de drops de autor en la que participan Craig Green, Simone Rocha o Pierpaolo Piccioli, diseñador de Valentino. Una visión que, muy acertadamente, Ruffini ha decidido llamar Genius.
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