Conciertos y fuegos artificiales en las íntimas navidades lisboetas
La plaza del Comercio concentra los espectáculos multitudinarios de Fin de Año
Para lo bueno y lo malo, las navidades portuguesas son cortas. Comienzan en la noche del 24 y acaban en la mañana del día 1. Nada de Reyes Magos ni los tradicionales preludios vecinales del Gordo del día 22 o el anuncio de las burbujas Freixenet. Las navidades lisboetas son más apretadas e íntimas, pero el aumento del turismo empieza a animar al Ayuntamiento a invertir más dinero en la iluminación y festejos de la ciudad.
Bien es cierto que donde no llega el dinero municipal llegan los particulares, y así, desde inicio de diciembre se abre en el parque Eduardo VII, Wonderland, un refugio para las familias con niños y sin colegios. Atracciones, pista de hielo y casetas donde tomarse un chocolate con churros o los dulces típicos a base de mazapán y huevo.
En la plaza del Ayuntamiento, también por iniciativa privada, se instala un mercadillo de artesanías varias, adobado con tertulias serias sobre la Navidad, el mundo, adónde vamos y de dónde venimos. Para niños y visitantes, sin duda es más interesante la visita a los maravillosos belenes del Museo de Arte Antiguo y o al de la Iglesia de los Mártires, con medio centenar de figuras de barro del siglo XVIII. Algunas iglesias, especialmente en la de San Roque, que siempre merece una visita, programan conciertos durante las fiestas y, principalmente, sus días previos.
El Ayuntamiento y sus distritos promueven un goteo de actos por toda la ciudad, nunca multitudinarios pero sí agradables en estos días, como la bienvenida de la Coral de las Naciones a los viajeros del aeropuerto. Lo mejor es echar un vistazo a la web municipal Cultura Na Rua, pues la programación es variopinta.
El día 26 es el día de la gran lotería navideña, aunque no cuenta con la parafernalia de la española, ni con su popularidad. Los fastos públicos se reservan para la Nochevieja, el Passagem do Ano. Tampoco es que haya una gran tradición de reunirse en una plaza, junto a un reloj, esperando las doce campanadas. No hay tradición de comerse doce uvas ni un plato de lentejas, aunque poco a poco, año tras año, los jóvenes se van concentrando en la plaza del Comercio a medianoche, más como un lugar de punto de encuentro donde brindar y ponerse de acuerdo sobre la discoteca en donde pasarán la madrugada. Ese lugar de reunión, con los años, lo va adornando el Ayuntamiento y ahora, ya desde el día 29 programa música en directo o con pinchadiscos.
El plato fuerte es la última noche del año, con espectáculos de luz y sonido sobre los edificios de la plaza y fuegos artificiales. Este año, el passagem, será doble, porque por primera vez habrá una especie de comunicación entre los dos márgenes el río, entre Lisboa y Almada, con fuegos artificiales simultáneos. Ahí se acaba las fiestas del viejo año y comienzan las nuevas, cuando los portugueses echarán el resto, ahí sí, con sus carnavales.
Para un español, la Navidad sin Reyes Magos se queda coja, faltan días de regalos y de medio-festividades, sin embargo, tiene su lado bueno: Lisboa ofrece unas rebajas fabulosas en tiendas, almacenes y centros comerciales.
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