Recuperar el paisaje para ampliar la ciudad
Un camino-mirador sanea las antiguas minas de yeso de Igualada para transformarlas en el cinturón verde de la localidad
Los ciudadanos necesitamos caminar y es fundamental que mientras hacemos ejercicio respiremos aire lo más puro posible. Esa es una de las razones por las que cada vez más ciudades restauran senderos en lugar de construir parques.
En España ya sucedió con las márgenes de los ríos Segre, Guadalquivir, Ebro o Manzanares. Ahora, como ocurriera con el cinturón verde que rodea Londres, cada vez más ciudades aseguran el contacto con la naturaleza cuidando su periferia. Así, Igualada, en la provincia de Barcelona, ha recuperado la senda que organizaba sus antiguas minas de yeso para transformarla en un paseo que recupera el paisaje original, su biodiversidad y permite el acceso controlado de los visitantes. El proyecto —de poco más de un kilómetro y medio de paseo— está firmado por los arquitectos Enric Batlle y Joan Roig. Incluye la recuperación del arbolado, tiene como consecuencia el rescate de la biodiversidad del lugar y acaba de ganar el Premio WAF al mejor paisaje de 2018.
Con un presupuesto de 387 euros por metro cuadrado la intervención ha finalizado tan solo la mitad de sus 1.600 metros lineales tratando de generar itinerarios para peatones y ciclistas en el lugar que ocupaban las antiguas minas al norte de la ciudad. Esas minas fueron posteriormente empleadas como almacén de residuos y fue ese segundo uso lo que causó desprendimientos en el paisaje e hizo necesaria un acondicionamiento por parte del Ayuntamiento. Este paseo-mirador es el resultado de esa urgencia. En línea con la mayoría de sus intervenciones paisajístico-urbanísticas, —del Parque del Besós a la también premiada recuperación del vertedero del Garraf— los arquitectos del estudio Batlle y Roig trabajaron la unión entre las partes, la recuperación del paisaje de la zona y su reconexión con la ciudad así como la recuperación de la biodiversidad.
El resultado es naturaleza saneada y convertida en parque. Una infraestructura local transformada en un jardín del siglo XXI que salva el arbolado existente, aprovecha el agua y optimiza su privilegiada situación como mirador volado sobre la vertiente de la colina de Guixeres mirando hacia montaña de Montserrat. Como paisaje, reduce su mantenimiento y su consumo energético gracias al pavimento con árido luminiscente que capta energía solar durante el día y a la recuperación del agua de lluvia.
Seguramente por todo eso, el jurado —formado por más de 130 profesionales— del World Architecture Festival celebrado en Ámsterdam ha valorado este trabajo resuelto con pocos medios: una franja triple que organiza un recorrido que permite convivir tres necesidades —las del lugar— y tres velocidades, las de la diversa población de Igualada.
El nuevo recorrido, reacciona a la topografía con bancos, pavimentos más o menos rígidos o una cuneta vegetal que ayuda a canalizar las escorrentías de la montaña y a la vez genera una franja de seguridad para retener los pequeños desprendimientos. Más allá del arbolado y los senderos, el proyecto rescata las rocas desprendidas y construye con ellas muros de contención para retener buena parte del agua de lluvia en puntos húmedos donde arraiga la nueva vegetación, la que tiene que colonizar el lugar.
Desde el punto de vista del diseño, el módulo de hormigón, empleado para la formación de los bancos lineales, sirve también para resolver los rebosaderos de los puntos bajos. Es un diseño de bajo coste y máxima ambición: está ideado en previsión de fuertes tormentas para que, con lluvias de alta intensidad, el agua pueda continuar su curso y no destroce el paseo ni el paisaje. Lo dicho, un parque urbano del siglo XXI.
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