Michelle Jenner: la comedia como objetivo
La actriz estrena ‘Miamor perdido’, coprotagonizada por Dani Rovira. Será una de las películas fijas para ver esta Navidad
“Creo que tenía ocho años”, contesta Michelle Jenner cuando se le pregunta por el primer trabajo que recuerda. A esta barcelonesa residente en Madrid no se le puede plantear cuándo decidió ser actriz porque su destino estaba casi predeterminado. Su madre, Martine Husson, fue actriz y bailarina de music hall; su padre es Miguel Ángel Jenner, actor de doblaje. “Desde el momento en que tomé conciencia de mí misma, ya estaba haciendo cosas y pensando: ‘Anda, pues mira, mola’. Empecé con anuncios. Yo era muy chiquitita, conocía a gente nueva e interesante. Me lo pasaba muy bien. Te ponían delante de una cámara y jugabas a lo que fuese. Era muy divertido”.
Que sea lo primero que recuerda no significa que fuera lo primero que hizo. Ya llevaba varios años trabajando cuando llegó ese spot. “Era para la campaña de una crema solar. Lo pusieron como cuatro veranos seguidos. Y en el colegio era ‘la del Lorenzo’. Porque en el anuncio me decían: ‘Estás muy morenita’, y yo contestaba: ‘Sí, Lorenzo, sí’. Me dieron mucho la matraca con eso”.
Hoy tiene 32 años y en este cuarto de siglo ha participado en 19 películas y una docena de series. Solo en 2018 ha estrenado dos de cada. En televisión ha experimentado un éxito sin paliativos, La catedral del mar, y un tortazo de campeonato, El Continental. Era la gran apuesta de TVE para el horario de máxima audiencia del otoño, pero tras recibir palos por todos lados y con unos datos de audiencia menguantes, ha sido enviada a languidecer en el exilio de la medianoche. “Yo me esfuerzo siempre al máximo y hago mi parte todo lo bien que puedo. Pero cada trabajo no depende solo de una persona, sino de muchísimas cosas. Y eso se me escapa. Al principio, cuando no funciona, duele. Luego aprendes que hay cosas que no puedes controlar. Que no hay una fórmula para el éxito. Casi mejor, sino sería hasta aburrido”.
En realidad, la televisión le ha dado muchas más alegrías que tristezas. Si se hizo un nombre fue en 2005 gracias a Los hombres de Paco. “Yo ya había hecho cositas. Pero a nivel nacional la serie me dio a conocer. Y es raro porque tú te sigues viendo a ti misma igual, pero te das cuenta de que son los demás los que cambian. Cuando se te quedan mirando no lo entiendes. Eso vino a raíz de la televisión, que ha sido una escuela, sobre todo cuando empezaba. Ahora mismo la diferencia con el cine no es mucha. Se ha llegado a un punto en el que se cuentan historias geniales en todos los formatos”.
Pero si está este mes en estas páginas es por su nuevo estreno cinematográfico, Miamor perdido (estrenado el 14 de diciembre). Al repasar las características principales de la película, se huele que es uno de esos filmes pensados para la taquilla. En una comedia romántica dirigida por Emilio Martínez-Lázaro y protagonizada, además de por Jenner, por Dani Rovira. Es decir, el mismo tándem de Ocho apellidos vascos. “Yo le añadiría más cosas a comedia romántica. Gamberra, por ejemplo. Solo con romántica se queda corta”, apunta la actriz. Por resumir, la película sigue el clásico esquema chico conoce chica, se enamoran y bla bla bla. Es tan años noventa que uno espera que en cualquier momento aparezca Jorge Sanz con una chupa de cuero y patillas, Pere Ponce, siendo adorable, Gabino Diego trastabillándose o Coque Malla haciendo un chiste sobre Cuenca mientras suena una canción de Dover. No ocurre, pero casi. Pablo Carbonell es uno de los secundarios y en vez de Dover suena Chimo Bayo.
En la película, Rovira es un prometedor monologuista. Jenner, una actriz de teatro de vanguardia que trabaja de camarera (“a mí no me ha tocado, pero tengo muchos amigos a los que sí y si me hubiera tocado lo hubiera hecho sin ningún problema”, aclara). Su personaje se mueve por La Latina, el barrio madrileño que gentrificaron los actores españoles. Vive sola en un pisazo que, así a ojo, debe costar unos 2.000 euros mensuales aunque lo más probable es que a estas alturas esté en manos de Airbnb. “Sí, mola, ¿eh? A mí también me gustaría tenerlo”, bromea. “Yo no vi las comedias de Emilio en su momento, pero sí más tarde. Y es verdad que tienen un aire a esta. Pero porque Emilio es fascinante. No pierde nunca frescura, tiene un sello que es propio, pero al mismo tiempo sigue haciendo películas que son modernas hoy en día. El más joven del rodaje era él. Tiene mucha vitalidad y le gusta jugar. Es una gozada rodar con él”.
Miamor perdido es un batiburrillo de influencias con algunos gags tirando a pedestres (fotos del culo, pintar un pene en la frente…) y otros tan físicos que parecen salidos del cine mudo. Rovira y ella saltan, cantan y se pelean. “Es agotador, claro. Yo a la comedia le tengo mucho respeto. Mi miedo era no estar a la altura o pasarme. Hay que buscar el punto exacto”.
Martínez-Lázaro parece creer que el objetivo de la interpretación es entretener. Miamor perdido defiende de forma poco sutil que hacer comedia está bien, mientras que el teatro de vanguardia es algo tan pretencioso que resulta risible. “Lo bonito es que los dos personajes terminan intercambiándose los papeles. Ella le encuentra el gusto a hacer reír y él entra en un estado de ánimo tan oscuro que empieza a hacer lo que llama Stand up drama”.
La película está tan anclada en la comedia noventera que el otro filme que Jenner ha estrenado en 2018, La sombra de la ley, se antoja más contemporánea. Y es curioso porque es una cinta de sindicalistas idealistas y policías corruptos ambientada en la Barcelona de los años veinte. “Sí, estás haciendo la película y es inevitable hacer la comparación con el presente. Y es triste que, aunque haya pasado un siglo casi, en el mundo en el que estamos viviendo haya muchas cosas que no cambian. Sobre todo en cuanto a la parte que a mí más me toca, que es la lucha feminista y por la igualdad de derechos, la sensación es que no hemos cambiado tanto”.
En el cine español no se ha producido una iniciativa tan radical como el #metoo estadounidense ¿Se atreve a especular el por qué? “No se por qué, la verdad. No tengo ni idea. Ha habido movimientos y el feminismo cada vez está más en boca de todos, está candente, y ha habido debates. Pero que no haya sido igual aquí que el que ha habido en EEUU no sé a qué se debe. Será porque no se ha dado, ¿no?”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.