La doble vida de Pablo Alborán
Se siente más libre que nunca en su carrera musical, vive con naturalidad la fama pero blinda su intimidad y le gusta ser icono gay
Enarbola la bandera de la libertad como argumento para hacer su música, pero pone límites para hablar de otras cosas, y eso que Pablo Alborán es cercano y sencillo, tanto que charlando se olvida a veces de que se trata de uno de los cantantes españoles más importantes con millones de discos vendidos y por quien suspiran legiones de fans. Pero cuando llega algún tema fronterizo recuerda: “Solo tengo una vida, es mía y es lo único que no comparto”. Esa otra vida, de la que no se conoce nada aunque se intuye, lucha para que siga siendo como la de aquel chico de Málaga que triunfó hace ocho años: desconocida.
Alborán lleva unos días acelerado, aunque ese es el ritmo en el que se siente cómodo. El sábado se subió al escenario del WiZink Center de Madrid coincidiendo con la reedición de su exitoso disco Prometo, ahora con colaboraciones de otros amigos como Alejandro Sanz. Fue precisamente él quien le animó a ser más libre en su trabajo. “No voy a mentir, en el pasado para la selección de productor tuve algunos encontronazos hasta que dije que quería tomar las decisiones y si me equivocaba, me equivocaba yo”. Y añade: “En mis canciones está todo lo que soy, por eso del resto no hablo. Mi vida es lo único que es mío”. Le gusta contar historias, pero teme los titulares. “Sobre todo cuando hablo de política, de la mujer, de religión y de fútbol”.
— Empecemos por lo fácil. ¿De qué equipo es?
— “Del Málaga”.
— Ahora, las mujeres.
— “Pues que vivan las mujeres, que vivan los hombres, que vivamos todos”. Luego profundiza: “Este es el año del MeToo pero no debería de ser un año, deberían de ser todos”. Luego hace referencia a la polémica alrededor de la canción de Amaral Sin ti no soy nada. “Estoy en contra de cualquier letra que denigre a la mujer, al hombre, pero también soy partidario de no volvernos locos. Conozco esa letra. Las canciones se pueden tomar de una forma poética o aislada. Hay letras donde se cogen las cosas con alfileres”.
Piensa que hacen falta más canciones de amor, pero sobre si está presente en su vida no hay noticias. “Echo de menos el amor en general en todas sus formas. El sexo también es amor pero se puede transmitir de muchas maneras”. Y hace una concesión a su hermetismo: “Yo sin sexo me volvería loco y ¿quién no?”.
— Su amigo Ricky Martin ha contado que recurre a la meditación para protegerse. ¿Usted también?
— “Antes meditaba mucho, ahora no. Tuve una temporada que hacía mindfulness. En eso, sí soy muy intenso: si descubro algo no paro hasta convencer a todo el mundo de que es lo mejor. Me sugestiono muy bien a mí mismo. Hace un tiempo me dijeron que había unos aceites que te ponías una gotita aquí (se señala la muñeca) y es como si te hubieras tomado siete cafés. El deporte es la mejor meditación porque te ayuda a respirar”. Se confiesa “controlador” y “supersticioso”, “pero no me sirve de nada”. “Soy de buscar señales”. Encontró una que le llevó a parar dos años. En teoría con el pretexto de estudiar inglés y hacer otras cosas: “Siempre he sido así de intenso pero en plan bien, que hay gente que es intensa y es un coñazo. El parón me ha servido para saber que no se puede controlar todo”.
Durante el tiempo en que estuvo alejado de la música hubo muchos momentos en que no hizo nada. “Me tumbaba en el sofá a ver series de Netflix. Me gustó Unabomber. En un momento parece que hasta puedes estar de acuerdo con el terrorismo, obviamente no lo estoy”. De nuevo tiene miedo a dar un titular.
Alborán ahora es más consciente del mundo en el que se mueve y de hasta dónde puede llegar. “Esto va superrápido. Antes en la creación había un proceso, había un molde. Ahora todo es inmediatez y yo en la inmediatez me pierdo. Ahí están, por ejemplo, las redes sociales, que tienes que llevarlas tú porque si no todo se desvirtúa. Tengo miedo que se pierda la esencia que, en mi caso, es hacer música”.
Cambió de compañía y eligió productor para su último disco, que es Julio Reyes. También escoge personalmente a su equipo. “Mi hermano está conmigo en la parte artística y hay gente que lleva nueve años conmigo, pero hay otros que no están ya porque no sentía honestidad. A mí me gusta mucho rodearme en el trabajo de gente que me diga la verdad”.
Sorprendentemente lleva bien convivir con la fama. Ahora pasa más tiempo en Madrid que en Málaga y asegura que hace una vida corriente solo con alguna limitación. “Cuando salgo a correr no pasa nada porque estoy corriendo. Eso sí, sin gorra lo que sería un paseo de diez minutos se puede convertir en una hora. Lleva siendo así ocho años y toco madera para que siga siendo así. Cuando das a las cosas naturalidad la gente se acostumbra. Yo voy al mismo supermercado de siempre, paseo por los mismos lugares de siempre, voy al mismo cine... No dejo de hacer nada. Sí, es más molesto para la gente que está conmigo. Eso sí me lo tomo mal”. Tiene una pandilla anónima y otra que también convive con la fama. “Orozco, Pablo López, Manu Carrasco y Malú. En Madrid hay muchos sitios donde hay un piano y allí acabamos cantando no canciones nuestras, sino de otros”.
Tiene una gran facilidad para componer. La inspiración le llega hasta durmiendo. “Alguna vez me he despertado de noche, había soñado algo, he cogido el teléfono y lo he grabado. Luego por la mañana lo he oído y he flipado. No soy sonámbulo, pero casi”. Sus canciones triunfan y últimamente se han convertido en un referente para bodas gais. “Me parece maravilloso ser un icono gay. Solamente tú suena en bodas, bautizos y hasta funerales”. Luego, sin que se le pregunte, pide: “Me gustaría añadir que el matrimonio gay debería ser posible en más países”.
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