Cumpleaños
La corona contraataca. La reina Sofía demostrará sus dotes de estadista familiar
Llegué a Miami y se notó el alivio del calor en la noche de Halloween, cuando es tradición desfilar por Lincoln Road, un bulevar peatonal saturado de tiendas y donde la gente de Miami se disfraza con esa alegría que sienten los americanos por participar en ese espectáculo permanente que es su país.
Justo antes de salir al divertido aquelarre callejero de Halloween, vestido de verde con gafas verdes de Poison Yvy, disfruté la lectura de la entrevista anual que Pilar de Borbón concede para inaugurar el Rastrillo de Nuevo Futuro, otro tipo de Halloween que reúne antigüedades y gente junto a ropa de segunda mano y tablaos flamencos. La infanta Pilar de Borbón es quizá la representante más desinhibida de la monarquía española, dice lo que piensa sin aspavientos ni disfraces y acostumbra regalarnos titulares igual que los caramelos que se reparten durante la noche de brujas. Nos informa de que su hermano, el rey emérito, tiene espíritu de “portera” por querer saber de todos y que la mantiene al tanto de los adelantos tecnológicos y, por eso, le regaló un móvil hace 20 años del que ahora depende.
Dentro de ese caudal informativo campechano y riguroso, nos informa que la reina emérita va a celebrar sus 80 años con un fiestón en la Zarzuela al que ha invitado a toda la familia. ¿Toda? Pues sí, incluyendo a la infanta Cristina y sus hijos y hasta a Marie Chantal Miller, la esposa de Pablo de Grecia, que en su día se manifestó abiertamente crítica contra la reina Letizia. Porque ese es el trick or treat del asunto: ¿Cómo va a hacer Letizia para encajar a la cuñada, mostrarle “sus verdaderos colores” a Marie Chantal y, además, poder departir tranquilamente con doña Sofía? Desde luego, solo con un ejercicio de diplomacia y real politik. La alta comedia y culebrón retorcido sobrevuelan una cumbre que supone también la respuesta de la familia Borbón a las airadas voces que llegan de Cataluña. La corona contraataca. Por todo eso la reina Sofía aprovechará para demostrar sus dotes de estadista familiar. Quizá la ayuden los años de recepciones reales donde uno de los mandamientos de protocolo es que los monarcas tienen que circular entre los invitados sin permitir que nadie les acapare demasiado. Atletismo de salón. Así doña Sofía podría terminar su cumpleaños medio mareada, pero contenta. Y nosotros recibiremos una oleada de gratas imágenes de propaganda real. Es lo que pasa cuando tu familia real se convierte en otro reality.
Las reinas del reality norteamericano, la familia Kardashian, parece que abdican debido a las bajas audiencias de su show que, según varias publicaciones, podría cerrar. En Miami, en varias cenas se respira con alivio. “Detesto ese show, ha glorificado la vulgaridad”, exponen con crudeza algunos, mientras otros prefieren defender la estabilidad de esta familia cuajada de joyas, disgustos, reasignación de género, divorcios y santificación del glúteo. “Sin las Kardashian, las Campos no habrían tenido su reality”, argumentan. Imagino que las Kardashian encontrarán otro hueco, es demasiado grande su fenómeno para que se disipe. En el fondo a casi todas las estrellas de televisión se les desea ese momento de oscuridad. Pero casi todas, por una razón u otra, consiguen prolongarse a pesar de las airadas voces en contra. Puede pensarse que las Kardashian sirvieron de antesala al fenómeno Trump, con esa capacidad de hacerte líder porque sales mucho por televisión. Ahora que Trump es presidente y sus maneras se propagan hasta Brasil, el efecto Kardashian se debilita. Quizá lo mejor para ellas sería tomarse unas vacaciones antes de preparar un buen cumpleaños.
Así es un poco la vida en Miami, ligeramente vacacional, sin la cantidad de fiestas con premios que se suceden en Madrid. “No voy a una entrega de premios más en mi vida”, me confesó Carmen Lomana la semana pasada. En la templada calma del sur de Florida veo, algo asustado, a Donatella Versace enseñando su armario en Instagram. Eso sí que es poder, centenares de zapatos y bolsos organizados en un ambiente museístico. La diseñadora, ya casi una sacerdotisa, aprovecha para abrirnos el armario de su perrita Audrey, con sus capitas Versace colgadas en perchas ordenadísimas. Donatella, divertida, advierte un robo: Audrey se ha apoderado de su bolso preferido. Pero lo mejor llega en la declaración final: “Cada mañana me despierto diciéndome que no tengo nada que ponerme”. Parece que doña Marie Chantal le hizo esa misma confesión anoche a doña Sofía.
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