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Lisboa tiene nombre de mujer, pero sus estatuas y calles, no

Apenas el 4% de las avenidas de la ciudad se dedican a figuras femeninas

Escultura de María da Fonte, en el parque lisboeta de Campo de Ourique.
Escultura de María da Fonte, en el parque lisboeta de Campo de Ourique.

En el barrio de Campo de Ourique hay una furiosa mujer de mármol con una pistola en la mano. Es María da Fonte, que, según la leyenda, en 1846 levantó al país contra el Gobierno porque había puesto fin a la costumbre de enterrar a los muertos en las iglesias.

La escultura de María da Fonte es la única en calles lisboetas dedicada a una mujer con nombre y apellido. Según la página del patrimonio cultural municipal, de las 41 estatuas figurativas de la ciudad, 22 son para hombres ilustres, 18 genéricos, y solo una responde a nombre de mujer. Es cierto que hay otras esculturas femeninas anónimas, como La guardadora de patos, del parque de Estrella, o Mujer calzándose las medias, en el parque Eduardo VII, aparte de las consabidas musas inspirando a hombres creativos.

La Guardadora de patos.
La Guardadora de patos.

Tampoco es que las calles y avenidas sean prolijas con su identificación femenina. Según estudios de FSCH, en 2007 solo el 4% de las avenidas de la capital estaban dedicadas a la mujer (seis de 150) y de las calles, apenas el 10%. Se dice que en este siglo la proporción ha subido al 15%, gracias a los nuevos barrios e, indudablemente, a que en la comisión municipal del callejero la presencia femenina es casi igualitaria. Hace un siglo no había mujer alguna en el comité de designaciones.

Durante la dictadura (1933-74), apenas una nueva calle al año tenía nombre de mujer; en los años posrevolucionarios (74-79) la media subió a 2,8% y a partir de los 90 se estabiliza en torno a 3,3 calles anuales, según Toponimia.

La escasa presencia femenina en el patronímico no es exclusivo de Lisboa, aunque no quita para que ahora se tenga más sensibilidad. Iniciativas como la revista Faces de Eva, de la Universidad Nova de Lisboa, también vigilan con los excesos y, sobre todo, con los defectos.

El mirador de Graça, dedicado a la poetisa Sophie de Melo.
El mirador de Graça, dedicado a la poetisa Sophie de Melo.

Si el primer paso es el reconocimiento, el segundo es el lugar. Si el callejero femenino es una rareza, para encontrarlo hay que pedirle ayuda a Agatha Christie. Salvo alguna excepción, como el mirador de Graça dedicado a la poetisa Sophie de Mello Breyner (con busto), no busquen por el centro de la ciudad calles con nombre de mujer que no sean reinas o consortes.

Apartadas quedan la calle de la primera aviadora portuguesa (Maria de Lourdes Sá Teixeira), la de la primera violoncelista que osó colocarse el instrumento entre las piernas (Guilhermina Suggia), o la de la primera mujer que consiguió votar (Carolina Beatriz Ângelo), en 1911, engañando la ley de los hombres, que solo daba derecho de votos a ciudadanos, jefes de familia y que supieran leer. Ângelo era médica, viuda y con una hija, y nadie pudo negarle el voto, aunque dos años después se corrigió el agujero legal, aclarando que solo podían votar “ciudadanos de sexo masculino”.

El callejero también recuerda a Públia Hortênsia de Castro (1548-1595), la primera mujer que defendió una tesis doctoral delante del rey Felipe II, aunque disfrazada de hombre; a Sara Afonso (1899-1983), pintora e ilustradora, primera mujer en las tertulias del café A Brasileira; y a Maria de Lourdes Pintassilgo (1930-2004) la única primera-ministra portuguesa (1979-80), y la tercera europea.

De cerca de 5.000 topónimos lisboetas (calles, plazas, parques…) inventariados en los años 90, apenas el 10% eran femeninos, y casi la mitad de ellos más por reconocimiento popular, que por designio oficial. Lisboa tiene nombre de mujer, pero sus calles y estatuas, no.

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