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Para hacer estos zapatos se necesitan 250 pares de manos

El calzado inglés tiene justa fama, en parte, gracias a los que Church’s lleva siglo y medio fabricando. Visitamos su sede y nos enamoramos del proceso

Daniel García López
Un artesano trabaja en la costura del talón de un zapato.
Un artesano trabaja en la costura del talón de un zapato.

En la fábrica de Church’s, un equipo revisa hasta la esquizofrenia cada pieza de piel antes de que esta pase a la cadena de montaje que la convertirá en un par de zapatos. Si tiene el menor defecto, se devuelve, otros fabricantes menos mirados se quedarán con ella. Este es solo uno de los procesos prácticamente increíbles que ocurren en esta factoría inglesa, para empezar, porque no los llevan a cabo ordenadores sino seres humanos. Con la precisión de su pulso y de su experiencia.

Al servicio de su Majestad. El exterior de la fábrica Church’s en Northampton, donde todavía hoy se fabrican todos los zapatos de la casa, sigue igual que cuando la visitó la Reina en 1965. Algunas habitaciones, con sus paneles de madera, podrían haber sido usados como decorado para The crown. Solo que el nombre Church’s, registrado en 1873, es más antiguo que la casa Windsor: Jorge V lo acuñó en 1917.
Al servicio de su Majestad. El exterior de la fábrica Church’s en Northampton, donde todavía hoy se fabrican todos los zapatos de la casa, sigue igual que cuando la visitó la Reina en 1965. Algunas habitaciones, con sus paneles de madera, podrían haber sido usados como decorado para The crown. Solo que el nombre Church’s, registrado en 1873, es más antiguo que la casa Windsor: Jorge V lo acuñó en 1917.
Gustos, colores. Church’s fabrica modelos audaces, como el Pembrey en verde (izda.), y tranquilos, como el Thickwood, de cordones.
Gustos, colores. Church’s fabrica modelos audaces, como el Pembrey en verde (izda.), y tranquilos, como el Thickwood, de cordones.

La piel se corta a mano en la clicking room (clic, por el sonido que hace el escalpelo al introducirse y desengancharse de la piel). Después se prepara y, si el modelo de zapato lo exige, se horada mediante el broguing, algo que no tiene nada que ver con el baile y que por supuesto se hace mejor con máquinas viejas. Finalmente se cosen las piezas, un trabajo que, en palabras de una de las artesanas, no consiste más que en “coordinar los ojos y las manos”.

Cada par de zapatos Church’s requiere unos 250 pasos y, por tanto, 250 pares de manos, antes de llegar a la tienda. Algo que se mantiene prácticamente igual que en 1873, cuando Thomas Church y sus tres hijos fundaron su fábrica en Northampton, a 100 kilómetros de Londres. La edición de 1878 de la guía de viaje Murray’s describía así la ciudad: “Quien visite Northampton se dará cuenta, por los delantales de cuero y las caras sucias, que está en la tierra de los zapateros”.

Hoy todo está más limpio y quedan muchos menos que en el siglo XIX, pero los que subsisten han pasado a formar parte de la industria del lujo. Desde 1999, Church’s forma parte del grupo italiano Prada. Una relación que ha convertido la firma inglesa en la única que fabrica calzado clásico artesanal, pero sin miedo a las temporadas de moda: uno puede hacerse con unos eternos Wrexham (un monkstrap con hebilla gruesa), pero si tiene el día valiente, también tiene el mocasín Pembrey con tachuelas en el empeine o en ante verde. Prada vigila que el coqueteo de los ingleses con la moda sea como tiene que ser, claro.

El cuerpo del calzado pasa entre uno y tres días en el humidificador, para hidratar la piel.
El cuerpo del calzado pasa entre uno y tres días en el humidificador, para hidratar la piel.

Tal vez lo más característico del trabajo manual que se lleva a cabo en Northampton (aparte del mero hecho de que sea manual y ocurra en Europa, y no en algún país emergente con sueldos más bajos) es que la tarea se convierte en la labor de un autor. Al final del proceso de cada par de zapatos, se lima el interior del tacón derecho, para que no se enganche con el pantalón (lo que llaman gentleman’s corner). Por último, toca acabar las suelas. Se barnizan de un color en concreto. Se marca el perfil con una cenefa. ¿Qué utilidad tiene?, le pregunto al operario, y responde: “Ninguna. ¡Pero es que, si no, quedan muy aburridas!”.

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Sobre la firma

Daniel García López
Es director de ICON, la revista masculina de EL PAÍS, e ICON Design, el suplemento de decoración, arte y arquitectura. Está especializado en cultura, moda y estilo de vida. Forma parte de EL PAÍS desde 2013. Antes, trabajó en Vanidad y Vanity Fair, y publicó en Elle, Marie Claire y El País Semanal. Es autor de la colección ‘Mitos de la moda’.

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