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Blogs / El Viajero
El viajero astuto
Por Isidoro Merino
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Bichos asesinos: la muerte de ocho patas

El veneno de la viuda negra australiana es quince veces más potente que el de la serpiente de cascabel

Viuda negra australiana, una de las arañas más peligrosas para los humanos.
Viuda negra australiana, una de las arañas más peligrosas para los humanos.Nathan Allred (Getty Images)
Isidoro Merino

“Miramos cautelosamente el pequeño objeto de la punta de su dedo, con una reveladora forma roja de reloj de arena en el brillante dorso. Parecía imposible que algo tan pequeño provocara una agonía instantánea, pero no nos engañemos, un simple picotazo de una maliciosa viuda negra australiana representa a los pocos minutos un escozor desesperante, un flujo profuso de líquidos corporales y, si no hay atención médica, la muerte segura". Hay más de 30 variedades de araña viuda distribuidas por las regiones templadas y cálidas de todo el mundo (en la península Ibérica existe la variedad Latrodectus tredecimguttatus), pero es la viuda negra australiana (Latrodectus hasseltii), también conocida como redback spider (araña de espalda roja), la que tiene peor fama. En su libro de viajes sobre Australia En las antípodas (Down Under), al que pertenece la cita de arriba, el periodista Bill Bryson se refiere a ella como “la muerte de ocho patas”.

Se las reconoce por el color negro y una característica mancha roja en el abdomen con forma de reloj de arena (¿para contar los minutos que te quedan?). Se trata, además, de una de las arañas más peligrosas: su veneno, neurotóxico, es quince veces más potente que el de la víbora de cascabel y, aunque inocula una dosis muy pequeña, puede darte un disgusto.

Efectos secundarios

En Dangerous to man (Peligrosos para los humanos), Roger Caras describe su picadura como “insoportablemente dolorosa, con terribles calambres en el vientre y las extremidades”. Los efectos suelen aparecer pocos minutos después de la mordedura, aunque los síntomas más graves se producen a las pocas horas. En Envenenamientos por animales, Arturo Valledor de Lozoya, médico y especialista en toxicología animal, pinta este bonito cuadro clínico, conocido como latrodectismo: “Dolor cada vez más intenso; sensación de ardor en la planta de los pies, calambres y espasmos; hiperreflexia osteotendinosa; rigidez de la pared abdominal; posición fetal de la víctima; retención urinaria; fasciculaciones y parastesias; cefaleas, náuseas y vómitos; salivación y sudoración profusa, y delirio y ansiedad extrema”. ¿A que da mucho miedo? Aparte de causar un intenso dolor, su mordedura tiene un curioso efecto en los hombres: provoca priapismo (una erección larga y dolorosa), de ahí la expresión “estar picado de araña”. La erección resultante puede durar varias horas, y actualmente se investiga uno de los componentes de su toxina para el tratamiento de la disfunción eréctil.

Cura sana, medicina de gallina…

El veneno neurotóxico de la viuda negra se está estudiando para la elaboración de fármacos contra enfermedades degenerativas como el párkinson o el alzheimer, por sus efectos en la liberación de acetilcolina, un neurotransmisor. No es el único veneno que cura: la apitoxina de la abeja se ha utilizado tradicionalmente como antiinflamatorio contra la artritis: esta acción curativa del veneno de abeja se basa principalmente en la capacidad de uno de sus componentes, la apamina, para estimular la producción corporal de cortisona, que alivia las enfermedades reumáticas y otras afecciones como neuralgias, lumbago o ciática. Con el veneno de la víbora común, los galenos de la antigua Roma fabricaban la triaca, una pócima curalotodo cuyo uso se extendió hasta la Edad Media: el famoso bálsamo de Fierabrás que alaba don Quijote. Del veneno de los búngaros o kraits, un género de serpientes de la familia de los elápidos, se extrae un fármaco contra las miastenias y la parálisis facial; en China, la secreción de las glándulas cutáneas de diversas especies de anuros, incluidos los sapos comunes, se emplea desde hace siglos con fines terapéuticos (lo que no indica que funcione: también fabrican pócimas con cuerno de rinoceronte y bilis de oso); y, a partir de la toxina de la víbora del templo (Tropidolaemus wagleri), un ofidio venenoso del sureste de Asia, hacen una crema contra las arrugas que, según dicen, te deja la cara más tersa que el culito de un bebé. Por cierto, ¿alguien sabe qué pasó con la baba de caracol? ¿Ya no está de moda?

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Sobre la firma

Isidoro Merino
Redactor del diario EL PAÍS especializado en viajes y turismo. Ha desarrollado casi toda su carrera en el suplemento El Viajero. Antes colaboró como fotógrafo y redactor en Tentaciones, Diario 16, Cambio 16 y diversas revistas de viaje. Autor del libro Mil maneras estúpidas de morir por culpa de un animal (Planeta) y del blog El viajero astuto.

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