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MIRADOR
Columna
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Álvarez y la identidad

La prioridad del secretario general de UGT debería ser defender la ley, igual para todos, y no la puesta en libertad de los políticos catalanes

Jorge M. Reverte
El secretario general de UGT, José María Álvarez.
El secretario general de UGT, José María Álvarez.Quique García (EFE)

La prioridad de José María Álvarez, secretario general de la Unión General de Trabajadores, UGT, es la puesta en libertad de los políticos catalanes presos por haber puesto en marcha el referéndum golpista del 1 de octubre en Cataluña.

Yo también me froté los ojos antes de releer las declaraciones de Álvarez, que las hacía con motivo del 130º aniversario de la fundación del sindicato. No eran declaraciones improvisadas. Álvarez sabía lo que decía, lo tenía preparado.

La prioridad supone en castellano y también en catalán que algo está antes que todo lo demás, es decir, que a Álvarez le parece lo más importante o lo más urgente, por delante del desmantelamiento de la reforma laboral del PP, o de las escandalosas cifras de siniestralidad que hay en España, con Cataluña incluida. No digamos ya el asunto de la necesaria discusión sobre la integración laboral de los inmigrantes indocumentados.

El asunto prioritario no es garantizar la enseñanza del castellano en Cataluña tampoco, ni garantizar los derechos laborales de quienes hablan y escriben solo en una de las lenguas oficiales de la patria.

Historia detrás no le falta a Álvarez. Pablo Iglesias ya lanzó en su tiempo un apoyo indiscriminado a los nacionalistas catalanes. Así que, por el lado de la tradición, chitón. El problema, si es que alguien lo tiene, como yo por ejemplo, es democrático. Un sindicato que se reclama de clase tiene que hacer valer la democracia como primera prioridad, y quienes defienden la democracia tienen que defender la ley y su aplicación. Esa tiene que ser la prioridad: defender la ley, igual para todos. A lo mejor, la prioridad de Álvarez tendría que ser cambiar la ley, y hacer un partido político con su programa político, porque libertades no faltan en Cataluña, que se vea al menos.

Álvarez más bien parece tener un síndrome ya viejo, que es el del xarnego que busca ser reconocido en el mundo nacionalista. Todo lo contrario de lo que necesita el mundo del trabajo, que si tiene algún problema es el de ir sobrado de identidad.

Los currelantes, como les gusta a ellos decir y como les llamaba el cantautor Carlos Cano, se gustan cuando su sustancia se disuelve de modo que no se diferencian unos de otros por el color de la piel o por el acento.

Todavía le queda tiempo a Álvarez para rehacer su discurso. Si busca el apoyo de los trabajadores a la UGT.

Puede ser, sin embargo, que lo que quiera sea lo mismo que Quim Torra, enérgico defensor del nacionalsocialismo.

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