Los primeros días de los migrantes que llegan a Cádiz
Los jóvenes africanos que llegan por mar a las costas del suroeste de España denuncian una falta de información legal a su llegada a España
“Yo estoy aquí porque mi tío me violó y mi familia me quería obligar a casarme con él”, cuenta Myriam Sango, una marfileña de 20 años que pasa las horas muertas sentada en un bordillo del polideportivo Kiko Narváez, en Jerez. El centro fue habilitado temporalmente por Cruz Roja para acoger a los migrantes que entraron por mar a las costas gaditanas y que ya no cabían en los centros de Barbate y Tarifa. Como Sango, la mayoría de los jóvenes africanos acogidos en este centro, viajan en pequeñas embarcaciones hinchables hasta las costas gaditanas y esperan para continuar su viaje a otras ciudades españolas o pasar la frontera con Francia.
Cuando la marfileña Sango llegó a España llamó a su madre. “Siento haberme ido sin avisar, pero estoy en España”, le dijo. Pese a haber pasado más de 15 horas en el mar, su móvil seguía funcionando porque lo había metido en un plástico. Su padre murió cuando ella era una niña, por lo que vivía con sus tíos. Cuenta que un día su tío llegó borracho: “Empezó a abusar de mí y me violó en el sillón del salón”. “Ya que no podemos hacer nada, es mejor que te cases con él”, le dijo su madre. Y así es cómo Myriam Sango decidió coger sus cosas e irse a Marruecos. En su quinto día en España, dice que nadie le ha preguntado qué hace aquí.
Bernard Kao, un senegalés de 19 años, desdobla un folio que lleva consigo colgado del cuello y dice: “La policía me ha dado este papel, pero no me han dicho qué tengo que hacer con él. Me dijeron que tenía que firmarlo y lo firmé. Hasta el día de hoy, he preguntado cuáles son mis derechos pero nadie me ha dicho qué hago aquí ni adónde voy”. El director de CEAin, una entidad que trabaja por la inclusión social de migrantes en Cádiz, Francisco Morales, explica que muchos están desinformados. “No saben que ese papel es un expediente de devolución. En muchas ocasiones no tienen contacto con un abogado de oficio y no saben qué significa quedarse en España en situación irregular”. Sin embargo, desde la comisaría de Algeciras afirman que tanto el traductor como el abogado son unas figuras obligatorias que están presentes en todos los casos.
En lo que va de año, han entrado en España 20.992 migrantes irregulares por mar y más de 300 han muerto en la travesía, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). El cierre de los puertos de Italia y el hecho de que Marruecos haya relajado el control del flujo migratorio, ha colocado a España como la principal ruta marítima de entrada a Europa. El sistema de acogida se ha visto colapsado.
“En la comisaría de Algeciras estamos dando trámite de una forma ágil a unos 200 expedientes diarios. Es la cadena de acogida la que quizás se está viendo desbordada”, afirma el comisario José Manuel Menacho. La Policía Nacional tiene como máximo 72 horas para identificar y abrir expediente a los inmigrantes irregulares una vez pasan por Salvamento Marítimo, Cruz Roja y Guardia Civil. Cumplido ese plazo de tres días, los migrantes pasan al sistema de acogida. “Cuando no están creadas las plazas en los centros, nos vemos obligados a la puesta en libertad”, afirma Domingo Brionea, jefe accidental de la brigada de extranjeros en la comisaría de Algeciras. Explica que, en esos casos, la policía recurre la sociedad civil de la provincia de Cádiz para buscar cobijo a los migrantes.
Así es como a mediados de junio, uno de los integrantes de la asociación Pressea, Mario Albaladejo, descubrió que había un grupo de migrantes africanos caminando sin rumbo por las calles del Puerto de Santa María. Decidieron ayudarlos con ropa y buscarles un alojamiento en la ciudad. Esta situación se ha dado en varias ciudades del territorio español, según informa el agente Antonio Olivencia, del Sindicato Unificado de Policía.
Awa Hanson, un camerunés de 20 años que lleva cinco días en el polideportivo de Jerez, asegura que no sabe cuál es su situación legal. Salió hace 18 meses de la región de Bamenda (en el noroeste de su país) por los disturbios entre separatistas, la población civil y las fuerzas de seguridad del Estado. Pasó por Nigeria, Níger, Argelia y Marruecos. Intentó cruzar a España por mar y por tierra en incontables ocasiones. “No podía seguir mendigando comida. Vi cómo se morían mis sueños. Ahora no sé cómo proceder. No he hablado con un abogado. Estoy esperando a que me digan si ir hacia la derecha o a la izquierda, pero no quiero volver atrás”. A todos les asaltan las dudas y no entienden muy bien su situación.
Los centros gestionados por Cruz Roja, como el polideportivo Kiko Narváez, son temporales; por lo que los migrantes deben tener un sitio al que ir. Se les sugiere que vayan donde tengan un familiar o un amigo que los pueda acoger. Para ello, en ocasiones se les ayuda a comprar el billete de autobús. Si no tienen a nadie, esperan a que se abra una plaza en otro centro. “Se traslada el problema de un lugar a otro. Hoy están en Jerez y en 48 horas están en Bilbao. Pero con el mismo problema”, analiza el director de CEAin. “Si alguno de los engranajes del sistema se resiente, entonces podemos hablar de concentración”, reflexiona el comisario de Algeciras. El Gobierno ha solicitado a la Comisión Europea este lunes ayuda de emergencia adicional para hacer frente a la acogida.
“Los de la Cruz Roja me preguntan adónde quiero ir. La mayoría de los que se suben en el autobús tienen familiares que los acogen, pero yo no tengo a nadie y no quiero quedarme en la calle, por eso prefiero quedarme aquí por el momento”, dice Ibrahima Sire Bah, de 25 años. Este joven de etnia peul huyó de Guinea Conakry porque su familia lo quería forzar a casarse con una mujer de su misma etnia. Pasó por Marruecos donde vivió varias situaciones violentas.“Si te cruzas con jóvenes marroquíes de la calle, te pegan una paliza, te roban el teléfono y el dinero... Muchas veces llevan machetes y cuchillos”, cuenta sentado en el parque situado frente al polideportivo jerezano. Ibrahima lleva una pequeña libreta donde apunta las frases nuevas que aprende en español: ¿Cómo estás?, Necesito llamar por teléfono, por favor, Me llamo Ibrahima. “Quiero aprender español poquito a poco, conseguir un trabajo y quedarme en España”, explica.
“El 99% de los que llegan, vienen en busca una vida mejor”, dice Domingo Brionea. La joven marfileña Myriam Sango sueña con trabajar de peluquera. “Conozco muy bien mi profesión y sé que si me dejan trabajar, podré ganar un poquito de dinero para mantenerme”. El camerunés Awa Hanson querría ser camarero o electricista: “Quiero ser un hombre normal, trabajar y tener una familia como siempre soñé”.
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