Buitres
La FIFA pidió que se acabara en el fútbol con esos planos depredadores de mujeres guapas en las gradas
De este Mundial militarizado y ganado a triste golpe de córner elijo una anécdota. El día en que España fue eliminada por penaltis comenté con una amiga que durante la retransmisión se mostraran tantos planos de chicas guapas en el graderío. Es ya un tópico televisivo. Se detecta a las muchachas más hermosas y se les aísla en un plano que provoca comentarios felices de la concurrencia y hasta chocarrerías de los locutores. Pasa en la información sobre prostitución, que los cámaras encuentran cómo enfocar el nacimiento de un glúteo, la pantorrilla más atrayente y el escote más seductor, convirtiendo la noticia de un suceso mafioso en un anuncio de burdeles. También cuando llega el buen tiempo y en las playas españolas se arraciman los bañistas, no hay reportaje que no contenga un posado sugerente donde se localiza a la chica más guapa del arenal.
Sin embargo, la amiga que veía el fútbol con nosotros me dijo que eso no era cierto. Que se pinchaban tantos planos de aficionados hombres como de mujeres y que lo que sucedía es que mi cabeza androcéntrica solo era capaz de percibir los planos de chicas e ignoraba el resto. Me pasé 10 días muy tocado por el asunto. Es cierto que nuestra cabeza guía los ojos y, de la misma manera que toda acción es política, toda mirada es sexual. Combatimos con la educación nuestra basura neuronal y la única actitud posible es recurrir al sentido común y jamás atizarle a otro lo que no deseamos para nosotros. Pero la FIFA vino a salvarme de lo que ya creía una enfermedad incurable. Gracias, FIFA, y juro que nunca pensé escribir esta proclama sobre una asociación que tiende más a lo corrupto que a lo ejemplar.
Fue la FIFA la que pidió en un comunicado que cesaran esos planos depredadores donde se cazan chicas en el graderío. Quizá vieron el último partido de Suecia donde mientras se atendía a un jugador lesionado, el realizador pinchó sucesivamente nueve planos de jóvenes suecas que elevaban la autoestima erótica de ese país pese a su eliminación deportiva. Vamos, que el tarado no era solo yo, sino que también la mirada de mi amiga resultó incapaz de admitir la verdad que encerraba mi crítica a las retransmisiones. Este episodio me enseñó a seguir apostando por educar nuestro sentido común y permitirle liberarse lo más posible tanto de la inercia depredadora de siglos de dominación masculina como de algún discurso demasiado mediatizado por urgencias del día. Eso sí, en la final, la Copa la presentaron un futbolista y una modelo. Extraña pareja.
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