_
_
_
_
CLAVES
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Cómo vencer al populismo

Los Gobiernos ultras son minoría en la UE, si bien ruidosa y peligrosa

Xavier Vidal-Folch
El ministro de Interior de Italia Matteo Salvini.
El ministro de Interior de Italia Matteo Salvini. Fabio Di Pietro (AP)

Políticos e intelectuales lloran como plañideras ante el ascenso e impacto del populismo en Europa. Deberían afinar el diagnóstico, perimetrar el fenómeno. Y explorar recetas contra el mal.

EE UU consagró el populismo al elegir contra pronóstico a Donald Trump (noviembre 2016). Las distintas elecciones europeas derrotan desde entonces a sus secuaces (si no estaban ya en el poder, como en Hungría o la presidencia checa) rebajando sus esplendorosas expectativas demoscópicas: salvo en Italia. Perdieron en Austria (presidenciales), en Holanda, en Francia, en Alemania.

Así que los Gobiernos ultras son minoría en la UE, si bien ruidosa y peligrosa. Tan o más insidioso es el entreno que han adquirido en condicionar a los Ejecutivos convencionales. A través de una perseverante penetración por los intersticios de la gobernanza regional (Lombardía, Flandes, Baviera).

O por vía directa enroscándose al cuello de la democracia cristiana templada: se dejó asfixiar el (ya dispuesto) petimetre austriaco en las legislativas de octubre; lo ha cortocircuitado, por ahora, la canciller alemana ante el acoso bávaro.

La eficacia del veneno del nuevo populismo es enraizar su técnica de respuestas fáciles (e idiotas) en el viejo odre del nacionalismo tribal: así en el Este como en las viejas e inquietantes cervecerías de Múnich. Lo peor ama lo peor.

Pero no está escrito que los antisistema deban triunfar aunque a la derecha le tiemblen las piernas y a la socialdemocracia le falte riego sanguíneo.

Hay recetas capaces de parar a la ultraderecha y reducir su relevancia. Donde los demócratas se han agrupado, explícitamente (gran coalición alemana) o en sordina (Holanda) dificultan su ascenso. Donde los líderes han hecho campaña europeísta —el presidente austriaco Alexander Van der Bellen, el francés Emmanuel Macron— se imponen: “Se puede ganar con un mensaje proeuropeo”, entonó el primero al vencer a las encuestas.

Donde el centroderecha blinda su perfil liberal y encapsula el contagioso virus de la ultraderecha, le raciona el oxígeno (media Escandinavia). Donde la ciudadanía presiona por mejores y más rápidas respuestas domésticas y europeas a los problemas existentes (Portugal), el ultrismo o capota o no llega a comparecer.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_